Japón y la República de Corea (RDC) arrastran un pasado con fuertes roces. Tras ser el escenario de la guerra sino-japonesa, durante el siglo XX el colonialismo japonés hirió fuertemente a la población coreana. Durante la Segunda Guerra Mundial cientos de hombres coreanos fueron enviados al campo de batalla mientras que las mujeres fueron sexualmente explotadas por soldados japoneses (conocidas como “mujeres consuelo”). Desde entonces, la RDC ha enjuiciado a Japón por estos motivos.
Las dinámicas de poder y alianzas del siglo XXI, han sacudido a estos dos actores, haciendo que sus rivalidades choquen directamente con intereses mutuos que hoy han llevado a su acercamiento. Ambos países son aliados estratégicos de los Estados Unidos en Asia. Sin embargo, la tutela norteamericana durante los últimos años no había logrado conciliar las disputas entre Seúl y Tokio.
Las relaciones diplomáticas y comerciales entre los dos países asiáticos fueron degradándose durante las últimas dos décadas. La RDC, mediante su Corte Suprema de Justicia, mantuvo firme su reclamo ante empresas japonesas por la compensación del trabajo forzoso durante la Segunda Guerra Mundial, ante lo cuál el gobierno de Japón indicó a las respectivas empresas que hicieran caso omiso de los reclamos surcoreanos.
Está disputa política culminó en varias batallas comerciales, entre las cuáles se destacan la restricción a la importación de semiconductores surcoreanos en Japón y la denuncia de Seúl a Tokio ante la OMC.
La rivalidad continuó hasta marzo de este año, cuando Yoon Suk Yeol se convirtió en el primer presidente surcoreano en visitar Japón desde 2011. Este giro 180º fue impulsado por la necesidad de sumar voluntades para confeccionar una estrategia de seguridad con mayor peso en Asia. Durante el 2022 la República Popular Democrática de Corea (RPDC) alcanzó un récord en sus lanzamientos de misiles. Este tipo de prácticas, semanalmente reiteradas, derivaron varias veces en misiles norcoreanos descendiendo sobre el Mar de Japón.
La cumbre de marzo entre Yoon y Kishida, trajo como iniciativa la cooperación en inteligencia, reanudación de vínculos comerciales, y reorientación sobre las causas japonesas por explotación durante la Segunda Guerra Mundial. Este último punto tuvo un gran costo para el presidente surcoreano el cuál dispuso qué: ya no serían las empresas japonesas las que subsanaron el daño causado a los trabajadores coreanos durante el siglo XX, sino, aquellas empresas coreanas que obtuvieron beneficio de tales prácticas. La postura del líder surcoreano se resume claramente en su discurso del Día de la Independencia Coreana:
“Japón se ha transformado de, un agresor militarista del pasado, a un socio que comparte los mismos valores universales con nosotros”
Estos avances significan claramente un respiro para Estados Unidos, ante una China que parece crecer constantemente. No obstante, ha de verse cuál será la respuesta por parte de Corea del Norte (RPDC), un actor internacional con poca previsibilidad. Medios del partido norcoreanos como Rodong Sinmun, relatan sus avances militares en forma totalmente dialéctica a los ensayos de Estados Unidos en la región, lo cuál daría a entender que las tensiones sólo crecerán. Véase por ejemplo:
“Nuestro Partido demostró poderosamente su voluntad inmutable de reaccionar a la confrontación nuclear y frontal en especie con la exitosa prueba de fuego del misil balístico intercontinental de nuevo tipo.
La prueba de fuego mostró claramente que, a menos que se erradiquen la política hostil de EE. UU. hacia la RPDC y su amenaza nuclear, nunca retrocederemos ni un centímetro en el camino de reforzar las fuerzas nucleares”
En conclusión, la normalización entre Japón y la República de Corea es claramente esperanzadora para gran parte de la comunidad internacional. Pero traerá sus desafíos de gestión tanto en la esfera nacional como internacional para ambos países; y particularmente para la conducción norteamericana en Asia.