El pasado 6 de abril el presidente francés Emmanuel Macron realizó una visita de Estado de 3 días a China, donde se reunió con su homólogo Xi Jinping. Macron fue acompañado por una gran comitiva de empresarios y funcionarios, como así también por la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen.
La visita de Macron a China dejó importantes consecuencias de tintes tanto económicos como políticos. La invitación que le extendió a la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen tuvo la intención de mostrar un fuerte compromiso europeo, aunque lo único que logró fue dejar en evidencia la gran diferencia entre las miradas que hay en Europa sobre cómo lidiar con China.
Entre los distintos temas abarcados, el punto más polémico se dio en el tema Taiwán, y fueron las declaraciones de Macron al ser preguntado por la reunión de la presidenta de Taiwán Tsai Ing-wen y el presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy, las que resonaron en todos los medios internacionales:
“No soy ni Taiwán ni Estados Unidos. Como buen estoico, solo puedo ocuparme de lo que depende de mí. Uno no tiene que mezclar todo”.
Luego de su partida, China inició amenazantes ejercicios militares cercando la isla de Taiwán, donde envió portaaviones y una poderosa flota como represalia por la mencionada reunión en Estados Unidos.
A pesar de esto, Macron profundizó en sus declaraciones y en una entrevista con El Político describió a Taiwán como “una crisis que no es nuestra y de la cuál Europa debe mantenerse afuera y no ser seguidores de Estados Unidos”.
Además, durante la serie de reuniones que sostuvo con el mandatario chino se mostró optimista en lograr condiciones de reciprocidad y cooperación económica. Estos testimonios van en contra de lo firmado por la ministra de relaciones exteriores francesa el año pasado en agosto, en la declaración elaborada por el G7 tras la visita de Nancy Pelosi a Taiwán y los ejercicios militares llevados a cabo luego por China. Donde condenaban las amenazas militares y la coerción económica ejercida por China.
Ursula von der Leyen, quien ya en 2019 se refería a China como un “rival sistémico”, presentó un discurso mucho más duro, cercano a la perspectiva norteamericana, al declarar días antes del viaje que “el claro objetivo de China es lograr un cambio sistémico del orden internacional con China en el centro” y proponiendo una estrategia comercial europea de “eliminación de riesgos”, refiriéndose a reducir la dependencia económica de China.
Esto va de la mano con las crecientes preocupaciones por algunas prácticas económicas agresivas como las aplicadas a Lituania el año pasado, tras inaugurar una instancia diplomática con Taiwán. Ya en Beijing, y frente a Xi, von der Leyen declaró que “la estabilidad en el Estrecho de Taiwán es de suprema importancia” y que “la amenaza de usar la fuerza para cambiar el statu quo es inaceptable”.
A diferencia de lo exclamado por Macron, esta posición se asemeja a lo que sostuvo el canciller alemán Olaf Scholz cuando visitó China en noviembre, donde no solo se mostró preocupado por la situación de Taiwán y las practicas económicas coercitivas, sino también por las violaciones a los derechos humanos en Xinjiang.
Contradicciones como estas nos muestran la falta de coherencia entre las naciones europeas acerca de como relacionarse con China. La mayoría de los países de Europa Occidental tienden a mostrarse más abiertos a la diplomacia y el comercio con el gigante asiático mientras países del este se muestran más reticentes, especialmente tras la guerra en Ucrania y el apoyo chino a Rusia.
Estas visitas se enmarcan en una más amplia serie de reuniones con mandatarios reanudadas por China tras un largo receso durante la pandemia y la política de “Covid Cero”. Entre estas visitas destacan la de Scholz a fines de 2022; la visita a Putin en Moscú en marzo; la visita de Pedro Sánchez, primer ministro español, a Beijing en el mismo mes; la reunión con Lula da Silva, presidente brasileño, a mediados de abril y la visita planeada por Giorgia Meloni, primera ministra italiana, en mayo.
Últimamente, China parece haberse vuelto el centro de la diplomacia mundial, ya que auspició la reasunción de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita hace menos de un mes y busca situarse como mediador en la guerra entre Rusia y Ucrania, habiendo propuesto en febrero algunas pautas para negociar la paz. Además, dentro del marco de las reuniones la canciller francesa se reunió con su contraparte iraní en China.
Sobre el tema de Rusia también buscaron presionar los mandatarios europeos, pero no lograron avances por parte de China. La presidenta de la Comisión Europea sostuvo que cualquier propuesta de paz que no vuelva a las fronteras previas a la guerra y no exija un retiro de las tropas rusas, como hizo la propuesta china, sería inaceptable. Lo único que lograron fue que Xi Jinping repita su compromiso, ya asumido durante la visita de Scholz, de que China esta en contra del uso de armas nucleares.
Para cerrar con el tema político no podemos dejar de lado la situación interior de Francia y la forma en que este viaje puede ser visto por el público. Tras el proyecto de reforma, lanzado en enero, del sistema de pensiones que eleva la edad jubilatoria de 62 a 64 años, se han sucedido duras manifestaciones a lo largo de toda Francia, focalizándose en las ciudades más grandes y sumado a una serie de huelgas generales movilizadas por el fuerte movimiento sindical y obrero francés. Estas protestas se intensificaron ampliamente tras la aprobación por decreto de la medida en marzo tras la cual hubo una huelga general, cortes de energía y suspensión de la recolección de basura.
Teniendo en cuenta esta situación algunos analistas tienden a entender el inoportuno viaje de Macron como una forma de distraer al pueblo francés y, a través de las declaraciones en búsqueda de la autonomía estratégica francesa separada del mandato de Estados Unidos, un camino por el cual apelar a los sentimientos nacionalistas franceses y de colocarse en la escena internacional, rol del cual ya ha sacado rédito en otras ocasiones como un líder fuerte.
En cuanto al aspecto económico, la visita tuvo resultados mucho más fáciles de calificar como positivos. Uno de los acuerdos más relevantes firmados por los miembros de la delegación de 50 de los empresarios más importantes de Francia fue el acuerdo por el cuál Airbus va a abrir en China una línea de producción del modelo Airbus 380, el avión de pasajeros más grande del mundo, de los cuales China se compromete a comprar entre 160 y 300 en los siguientes 10 a 15 años. Hay que tener en cuenta que hasta ahora la mayoría de los aviones de las aerolíneas chinas eran de la empresa norteamericana Boeing. Otro acuerdo importante fue la renovación del acuerdo nuclear hecho por EDF, la compañía de electricidad francesa, país líder en tecnología nuclear comercial, para intercambiar conocimiento con la empresa estatal nuclear china y para la construcción de 2 centrales con tecnología francesa en el país asiático.
Además, L’Oréal acordó distribuir sus productos en china a través de Alibaba; la empresa de agua Suez pactó la construcción de una planta desalinizadora en China; y Total Energies, la mayor empresa estatal francesa, firmó unos días antes del viaje un acuerdo de inversiones y venta de gas natural licuado con la empresa petrolera china y a comercializarse en yuanes, sumando a Francia a la nueva tendencia entre países como Irán y Brasil de comerciar en monedas diferentes al dólar.
Este último acuerdo con China puede interpretarse como un duro golpe para Estados Unidos, que mantiene como uno de sus principales recursos de poder la influencia en el sistema financiero internacional debido al uso generalizado del dólar como medio internacional de cambio.
Lo que quizás no es tan perjudicial para Estados Unidos son los proyectos de mayor autonomía europea, que si bien discursivamente pueden verse como un golpe al dominio americano, se puede entender como una ventaja a largo plazo; es preferible contar con verdaderos aliados en Europa, con capacidades propias desarrolladas, que con meros clientes alineados.