Más temprano este mes, el Ministerio de Relaciones Exteriores alemán presentó un documento de 61 páginas acerca de su estrategia con relación a China. La forma en que Alemania decida relacionarse con China resulta crucial ya que no solo es la economía más grande de Europa, y uno de sus líderes políticos, si no que es el principal socio comercial del gigante asiático dentro del bloque.
“China está aprovechando el peso político, militar y económico que ha ganado para perseguir sus intereses en todos los continentes y en las organizaciones internacionales, y está trabajando para reformar el orden internacional basado en reglas por uno de acuerdo con sus preferencias”, reza uno de los pasajes de la declaración.
El canciller alemán, Olaf Scholz, se había mostrado muy cercano a China cuando visitó Beijing justo después de que Xi Jinping, presidente de la República Popular de China, haya renovado, y endurecido, su mandato tras el vigésimo Congreso del Partido Comunista el año pasado. Esta visita, en la cual lo acompañaron un gran número de empresarios, fue la primera de un mandatario occidental después de la pandemia del COVID-19 a territorio chino.
Mas adelante, Scholz volvió a girar su mirada hacia China cuando, posicionándose en contra de lo propuesto por la mayoría de sus ministros, favoreció el acuerdo por el cual el gigante naviero chino COSCO adquirió una participación en el puerto de Hamburgo, uno de los más importantes de toda Europa.
Esta tendencia amistosa hacia china, sin embargo, parece haber dado un giro luego de publicado el documento sobre la estrategia con relación a China. Las presiones para tal cambio parecen provenir de los compañeros de coalición del canciller; a saber, Los Verdes, liderados por la ministra de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock, y el partido demócrata-liberal (FDP por sus siglas en alemán), que tiene a cargo la cartera de economía.
El plan presentado a principios de mes aboga por diversificar las cadenas de suministro, reducir los riesgos de las empresas alemanas al exponerse al mercado chino, fortalecer la vigilancia sobre las inversiones y los controles de exportación, y luchar con las campañas de desinformación chinas. El texto afirma que la estrategia de “de-risking”, o eliminación de riesgos, con la que la Unión Europea (UE) ha caracterizado la postura de dejar de depender de china en sectores estratégicos, es “necesaria con urgencia“.
Además, el gobierno alemán afirma su determinación para prevenir que se utilicen tecnologías de punta desarrolladas en Alemania para mejorar las capacidades militares de los rivales geopolíticos. También, habla de construir un diálogo europeo sobre el establecimiento de un régimen de inversión que podría restringir el flujo de capital de empresas de la UE a China en un conjunto de sectores sensibles relevantes para la seguridad nacional.
Reducir los lazos económicos y la dependencia de China implica, por otro lado, intensificar la relación con la alianza occidental, algo que fue resaltado en el documento, el cual versa que “Estamos haciendo campaña por un acuerdo comercial transatlántico que elimine los aranceles industriales y reconozca mutuamente las tecnologías transformadoras”.
No obstante, hay que tener en cuenta el contexto político y económico alemán al momento de publicar la estrategia sobre China. La economía alemana ha entrado oficialmente en recesión y tiene dificultades para atraer inversiones, puesto que las empresas alemanas optan por operar en Estados Unidos o China ante los altos costos de la energía en el país. Además, el crecimiento de los ultranacionalistas del partido Alternativa para Alemania amenaza a la coalición de tres partidos que se encuentra en el gobierno.
Resulta interesante, a modo de ejemplo, resaltar que los tres grandes fabricantes de automóviles de Alemania; a saber, BMW, Daimler (Mercedes-Benz) y Volkswagen, más el gigante químico BASF, representaron más de un tercio de toda la inversión directa europea en China entre 2018 y 2021.
La publicación del documento, más suave que una versión filtrada en noviembre, fue retrasada hasta último momento, justo antes del receso de verano del Parlamento alemán. Esta movida política tiene su razón de ser en el intento por no influir en la visita del primer ministro chino, Li Qiang, a Berlín el mes pasado. La visita fue importante debido a que significó el primer viaje al extranjero del nuevo primer ministro chino, lo cuál demuestra la importancia para China de su relación con Alemania.
No obstante, las repercusiones del lado chino se hicieron notar. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores del país asiático advirtió, horas antes de la publicación oficial del documento, que “ver a China como la fuente del riesgo es un error de cálculo fatal“, y que, “en el mundo de hoy, una actitud desdeñosa hacia la cooperación internacional es el mayor riesgo y el estancamiento es la mayor incertidumbre. China es una oportunidad, no un riesgo“.
A pesar de todo esto, habrá que ver cómo es implementado este plan en la práctica porque, después de todo, y más allá del peso simbólico que puede tener este documento, las palabras son solo eso, palabras.