El pasado 9 de abril, Donald Trump firmó una orden ejecutiva orientada a revitalizar la industria naval estadounidense, que según los expertos, se encuentra muy por detrás de China, en términos de capacidades de construcción.
En el documento publicado por la Casa Blanca, que se titula «Restaurando el dominio marítimo de Estados Unidos», se afirma que «la capacidad de construcción naval comercial y la fuerza laboral marítima de los Estados Unidos se han visto debilitadas por décadas de negligencia gubernamental, lo que ha llevado al declive de una base industrial otrora sólida».
De este modo, Washington asegura que la industria naval estadounidense es reponsable de la construcción de menos del 1% de los barcos comerciales a nivel mundial, mientras China produce aproximadamente la mitad.
La Armada de China ya es la más grande del mundo, en cuanto a cantidad de embarcaciones. Y según funcionarios estadounidenses, sus capacidades de construcción naval superan ampliamente las de la industria norteamericana, cuya producción viene cayendo desde hace años mientras los astilleros tratan de retener a sus empleados a medida que escasea la mano de obra.

Restaurando el dominio marítimo de Estados Unidos
A partir de este diagnóstico, Trump instruyó al asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Mike Waltz, para que formule un plan de acción que deberá ser presentado dentro de un plazo de 210 días transcurridos luego de la fecha de la orden firmada por el presidente.
Dentro de los 210 días a partir de la fecha de esta orden, el Asistente del Presidente para Asuntos de Seguridad Nacional, en coordinación con el Secretario de Estado, el Secretario de Defensa, y los jefes de departamentos y agencias ejecutivas correspondientes, presentará un Plan de Acción Marítima (MAP) al Presidente, para lograr la política establecida en esta orden.

El 8 de abril, el día anterior a la firma de la orden ejecutiva, oficiales navales estadounidenses que asistieron a una audiencia en el Congreso, manifestaron ante los legisladores su preocupación por el estado actual de la industria naval, y sus posibles consecuencias en una eventual confrontación con otras potencias.
El año pasado, investigadores del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), renombrado Think Tank con sede en Washington, explicaron que «la enorme industria de construcción naval de China proporcionaría una ventaja estratégica en una guerra que se prolongue más allá de unas pocas semanas, permitiéndole reparar buques dañados o construir reemplazos mucho más rápido que Estados Unidos».

Actualmente, la Marina de EEUU dispone de menos de 300 embarcaciones, mientras que los altos mandos pusieron como objetivo que ese número ascienda a 380 en un plazo de 30 años, plan que de acuerdo a la Oficina de Presupuesto del Congreso, demandaría una inversión sostenida de USD 40.000 millones anuales, aproximadamente.