El gobierno australiano ha anunciado el mayor plan de construcción naval desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La nueva iniciativa llevará el número de buques de superficie de la Marina Real Australiana a 26, incluyendo 11 nuevas fragatas, seis Grandes Buques de Superficie Opcionalmente Tripulados (LOSV, por sus siglas en inglés), que pueden operar con marineros a bordo o de forma independiente como drones. Sumado a esto se modernizarán los tres destructores de la Marina, llegando a un costo por todo el plan de $35.000 millones de dólares durante la próxima década.
El plan de modernización naval responde a un reciente estudio independiente realizado por William Hilarides, un vicealmirante estadounidense retirado. En el mismo concluyó que la armada australiana: “no es apropiada para el entorno estratégico que enfrentamos, señalando que es la flota más antigua que la Armada ha operado en su historia”. Este análisis llevó al gobierno laborista de Anthony Albanese a aumentar los gastos ya proyectados en adquisición y modernización de fuerzas navales, en un plan a ser completado en 2040.
La nueva iniciativa correrá en paralelo con el AUKUS, alianza que el país posee con Estados Unidos y el Reino Unido para la adquisición de ocho submarinos de propulsión nuclear, por un costo de $368.000 millones de dólares hasta ser completado en 2050. El compromiso de gasto militar de Australia es de un nivel no visto en las últimas ocho décadas, permitirá al país insular contar con una flota moderna y altamente capaz de operar en el Indo-Pacífico en coordinación con otros aliados regionales como Estados Unidos, Japón o Corea del Sur.
En 2023 el gobierno australiano ya había publicado una Revisión del gasto en defensa en donde se había identificado a la competencia entre Estados Unidos y China como el rasgo fundamental del Indopacífico. En los últimos años, las relaciones entre Canberra y Beijing han sido muy tensas y complejas, en tanto Australia acusó al gobierno chino de llevar adelante campañas de espionaje e interferencia política en su país. Aún más en 2022, el entonces primer ministro australiano Scott Morrison había pedido una investigación internacional dentro de China para estudiar el origen del Covid-19. En respuesta, Beijing impuso restricciones comerciales y cuotas a productos australianos que dañaron fuertemente a los vitivinicultores, granjeros y pescadores del país insular.
En los últimos meses el primer ministro Albanese viajó a Beijing para tratar de mejorar las relaciones, pero la tensión continua entre ambas capitales. China es el principal mercado al cual se dirigen las exportaciones chinas, representando el 41% del total, mientras que Estados Unidos es el destino del 4,3% de las ventas australianas. Si bien la dependencia económica es clara y es lo que ha permitido el estelar crecimiento australiano en los últimos 30 años, la seguridad nacional del país mantiene una alianza cercana con Occidente. Austria ha visto con preocupación el enorme rearme militar de Beijing en las últimas décadas, como así también la postura más agresiva de sus fuerzas armadas en espacios como el estrecho de Taiwán y el mar del sur de China.
La tradicional alianza australiana con Estados Unidos y el Reino Unido se mantiene más fuerte que nunca, toda vez que el país debe hacer un difícil equilibrio entre mantener buenas relaciones económicas con China, y a la vez modernizar sus fuerzas armadas para enfrentar una posible amenaza a su seguridad nacional. La expansión de su Marina es un paso en esa dirección, recuperando capacidades y adquiriendo nuevas que le permitan interoperabilidad con Estados Unidos y sus aliados regionales.