Las compañías nacionales de noticias NRK de Noruega, SVT de Suecia, YLE de Finlandia y DR de Dinamarca han publicado la semana pasada una investigación en la que revelan que alrededor de 50 barcos de bandera rusa, que aparentaban realizar tareas comerciales y de investigación, estuvieron realizando un mapeo de infraestructura energética, telecomunicaciones y áreas militares en el Mar del Norte y el Mar Báltico durante los últimos 10 años.
Algunas de las rutas sospechosas incluían acercamientos a parques marinos de energía eólica, bases y ubicaciones de ejercicios militares, gasoductos y cables submarinos de internet y electricidad. Se cree que el conocimiento extenso de la infraestructura submarina permitiría sabotajes más efectivos mediante la detección de puntos débiles y sectores críticos, como subestaciones donde múltiples cables de energía se encuentran o intersecciones entre gasoductos.
El Reino Unido, los países bálticos y los países nórdicos son altamente vulnerables a ataques en esta compleja red submarina, a diferencia de Rusia que cuenta con la gran mayoría de su infraestructura de comunicaciones y energía dentro de su territorio terrestre.
Muchos de estos barcos navegaron con el Sistema Automático de Identificación o AIS, por sus siglas en inglés, apagado, lo cual va en contra de la resolución A. 917 de la Convención para la Seguridad en el Mar de la Organización Marítima Internacional. Esta requiere que todos los buques de más de 300 toneladas brutas que hagan viajes internacionales tengan encendido el AIS en todo momento. Esta práctica ha sido ampliamente documentada en barcos de carga y pesqueros chinos que realizan actividades ilegales.
Uno de los principales navíos involucrados en las investigaciones es el Almirante Vladimirsky que supuestamente realiza actividades científicas de investigación oceanográfica. En un video publicado por la cadena danesa DR, filmado por periodistas que se acercaron en una lancha, se ve salir a la cubierta a hombres con pasamontañas, uniformes militares, chalecos antibalas y rifles de asalto.
El portavoz del Kremlin Dmitry Peskov negó las acusaciones del reporte y las calificó como “infundadas” al ser preguntado al respecto por CNN
Actividades de espionaje rusas de este tipo no son nada nuevo, incluso ocurrían en los 90s y principios de los 2000s cuando Rusia y la OTAN tenía una mejor relación y cooperaban en algunos aspectos. Sin embargo, desde 2014, tras la anexión de Crimea, estas actividades se han intensificado y en este último tiempo también se han visto buques rusos llevando a cabo operaciones de inteligencia en el Mediterráneo y en aguas portuguesas del Océano Atlántico.
Un caso que demostró la importancia estratégica de la infraestructura submarina fue el sabotaje de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, en septiembre del año pasado, que conectaban Rusia y Alemania. El autor de este ataque todavía no ha podido ser esclarecido, ya que las actividades submarinas son difíciles de investigar. Esto abre una nueva dimensión de guerra en la que ante la negación de la autoría es muy difícil atribuir responsabilidades y la posibilidad de represalias se vuelve incómoda y peligrosa.
Otros incidentes menores han ocurrido en infraestructuras submarinas el año pasado: en enero secciones enteras de fibra óptica fueron destruidas al norte de Noruega y en octubre dos cables que unían las Islas Shetland con Escocia y con las Islas Feroe fueron cortados. La profundidad a la que se encontraban hace improbable que los daños hayan sido causados por anclas o actividades pesqueras.
Estos ataques han llevado a la OTAN y a la Unión Europea a elaborar ambiciosos planes de resiliencia marítima. En marzo de este año la Comisión Europea presentó la Estrategia de Seguridad Marítima de la Unión Europea, la cual establece algunas guías para mejorar la vigilancia de actividades sospechosas a través del uso de satélites, radares, patrullas, drones y la contribución de reportes de barcos civiles. Entre otros esfuerzos orientados a este fin también tenemos la reciente adquisición por parte de la Marina real británica del buque de vigilancia oceánica polivalente RFA Proteus.
La reparación de infraestructura submarina es altamente costosa y requiere de navíos, personal e insumos especializados, la mayoría de los cables y gasoductos reposa sobre el lecho marino por lo cual son necesarios submarinos para repararlos.
Además, las reparaciones se encuentran sujetas a condiciones climáticas y en el Mar del Norte son especialmente duras, por lo cual una operación de sabotaje exitosa podría dejar sin acceso a internet o a electricidad a regiones enteras por un largo tiempo. La complejidad es todavía mayor si pensamos en que cualquier política orientada a mejorar la seguridad de la infraestructura marítima, ya sea de disuasión, vigilancia o respuesta rápida, debe ser articulada entre los numerosos países que tienen costas sobre el mar involucrado y deben ser llevadas a cabo en un extensísimo territorio.