China ha tomado una serie de medidas de represalia contra empresas estadounidenses y occidentales en las últimas semanas. Beijing ha impuesto sanciones económicas a los grandes fabricantes de armas estadounidenses Lockheed Martin y Raytheon, inició investigaciones en contra de una empresa productora de microchips llamada Micron, allanó las oficinas de Mintz y arrestó a empleados de la consultora de “due dilligence”, detuvo a un alto ejecutivo de la firma japonesa Astellas Pharma e impuso una multa importante a la empresa Deloitte.
Estas medidas se producen en el contexto de una “guerra comercial” que comenzó en 2018 durante la administración del presidente Trump. Como reportó el periódico Financial Times, las medidas buscan responder a lo que es percibido en Beijing como un “bloqueo tecnológico” en contra de China. Sin embargo, estas medidas que Beijing está llevando a cabo en represalia son limitadas, sectorizadas y no afectan la relación comercial entre ambos países.
Las principales conclusiones de las medidas son dos: por un lado, evidencian la gran dependencia de la economía china; por otro lado, la intención de no escalar el conflicto. La administración en Beijing reconoce que el país todavía sufre una importante sujeción económica con Occidente, en particular teniendo en cuenta que el 95% de los chips utilizados en el país son diseñados por empresas estadounidenses.
En 2022, entre el 30% y el 40% del crecimiento económico en China estuvo motorizado por un aumento en las exportaciones. El comercio con los Estados Unidos aumentó a su vez un 2,5% en 2022. Beijing sufre todavía de un modelo económico centrado en exportaciones de bienes y servicios, gran parte de los cuáles van a Occidente.
La política de ascenso pacifico y sigiloso de China, resumida en la frase del líder chino Deng Xiaoping “Esconde tu fuerza, espera tu momento”, no ha desaparecido por completo. Xi Jinping entiende que su economía no está lo suficientemente desarrollada para escalar en 2023 una confrontación económica y hegemónica abierta.
Asistimos a acciones cada vez más abiertas del “hard power ” y “soft power” chino, pero a la vez el régimen todavía necesita del sistema internacional globalizado que permitió su rápido ascenso. De esta forma, mientras que los Estados Unidos buscan cerrar el acceso de chino a tecnología avanzada, las medidas de represalia no incluyen cerrar las exportaciones de ‘tierras raras’ fundamentales para la tecnología, en donde China tiene el 92% de la producción mundial.
Por tanto, Beijing tiene múltiples decisiones a su disposición que podrían tener grandes impactos para la economía de los Estados Unidos, pero por el momento elige seguir beneficiándose del sistema y continuando su ascenso como superpotencia.
Beijing está llevando a cabo una política que podríamos denominar “silencio estratégico”, por la cuál no se están llevando a cabo intercambios de alto nivel entre ambos países y China no parece querer dar el primer paso. Luego del “incidente” de los globos aerostáticos derribados en los Estados Unidos y la subsiguiente cancelación del viaje del Secretario de Estado, Blinken, Beijing no buscó establecer una nueva fecha para el viaje.
La tensión entre las dos grandes potencias de nuestra época asiste a un periodo de calma en donde ambos evalúan el accionar del competidor y se preparan medidas precautorias. Mientras tanto, el mundo espera que se logren acordar reglas de competencia que den estabilidad al sistema internacional.