A partir de la crisis financiera internacional del 2008, producto del derrumbe del mercado inmobiliario de los Estados Unidos, surgieron una serie de cuestionamientos a la Arquitectura Financiera Internacional. Uno de los más importantes estaba dirigido al sistema financiero y monetario predominante, por lo que comenzaron a tomar fuerza ideas alternativas, que proponían un sistema monetario sin intermediación de las autoridades.
Efectivamente, estamos hablando del mercado de criptomonedas. La primera de ellas en ser emitida fue el Bitcoin, un 3 de enero del año 2009. Con posterioridad emergieron otras importantes como Ethereum, Cardano, Solana, Litecoin, etc. En la actualidad se calcula que existen más de 20.000.
Para ello, fue necesaria la innovación de la tecnología criptográfica, que permitió la creación de un sistema monetario privado regulado por sus usuarios. En este sentido, el blockchain – una especie de registro contable compartido – cumple un rol fundamental, haciendo que todas las transacciones sean validadas por sus usuarios sin capacidad de manipulación externa. Las criptomonedas sirven como moneda de intercambio, el cual se puede realizar con transacciones seguras encriptadas e instantáneas a través de internet.
Estos activos digitales, no están respaldados por ninguna institución estatal o financiera, por lo que ven determinado su valor a través del mecanismo de oferta y demanda, y la confianza de los usuarios en el activo. Sin embargo, hay que destacar que las monedas fiat – es decir, las emitidas por los Estados – desde 1971, tampoco tienen respaldo en un bien físico tangible, sino que se supone que su valor también está dado por el prestigio de la institución que las emite, como por ejemplo, la Reserva Federal de los Estados Unidos con el dólar. En este sentido, las criptomonedas pertenecen a lo que se conoce como DeFi (abreviación en inglés de Finanzas Descentralizadas), por lo que no cuentan con un respaldo institucional, lo que las convierte en un activo altamente volátil y por ende, de alto riesgo (con excepción de las stable coins).
Ahora bien, ¿Qué implicancias tiene la evolución de las criptomonedas en las relaciones internacionales? ¿Cuáles son sus principales ventajas y sus principales riesgos? ¿Qué desafíos presentan para los actores del sistema internacional?
En las relaciones internacionales, los Estados han sido desde larga data, y aún siguen siendo, los actores más importantes del sistema internacional. Sin embargo, como planteó Ian Bremmer en su artículo “The Technopolar Moment” para el Foreing Affairs, el Estado ha sufrido una caída relativa como actor central. Esto se debe, en gran parte, al avance de la tecnología y de las empresas tecnológicas privadas. Los avances generaron la aparición de un espacio digital – que día a día aumenta su importancia en asuntos económicos, sociales y de seguridad – en donde el estado carece de soberanía, y por lo tanto, carece de capacidad para regularlo.
Las criptomonedas son parte de ese espacio digital difícilmente regulable, y por lo tanto, representan un desafío para los Estados. En este caso, el poder Estatal que se ve debilitado es el poder monetario. Los Estados llevan a cabo una política monetaria a través del Banco Central, controlando la emisión monetaria, las tasas de interés, el tipo de cambio, etc. Las criptomonedas podrían erosionar ese poder en un futuro, ya que, son un activo que el Estado no puede intervenir directamente como sí puede hacerlo con el dinero que él mismo emite.
Entonces, ¿cuáles son las ventajas de utilizar las criptomonedas para los actores que participan en el sistema internacional? ¿Y sus desventajas?
En este aspecto, podemos mencionar que una de las principales ventajas del uso de este tipo de moneda, es que las transacciones son inmediatas, sin necesidad de pasar por una entidad financiera que funcione de intermediaria, ya que muchos usuarios están respaldando la validez de esa transacción en el momento en el cual se realiza (Blockchain), por ende, los usuarios que realizan la transacción no deben pagar comisión a un banco o entidad intermediaria.
Por otro lado, la falta de regulación hace que la carga impositiva de las transacciones denominadas en criptomonedas sea prácticamente nula (esto dependiendo del país), aprovechando este medio de pago para evitar los costos de hacerlo con un medio de pago regulado.
En tercer lugar, debido a su tecnología de encriptado, las transacciones son prácticamente irrastreables, tanto el origen y destino de los fondos, permitiendo una mayor seguridad al usuario que realiza el movimiento de fondos.
Por el lado de las desventajas, la principal es su alta volatilidad, como ya se planteó. Esto hace que las criptomonedas tengan un valor incierto, por lo que es difícil hacer una proyección de su valor o realizar inversiones a mediano o largo plazo. Además, las criptomonedas solo sirven en el espacio digital y por ende el acceso a internet es vital para poder realizar una transacción, este es un dato no menor, teniendo en cuenta que según el Banco Mundial, para el 2021, solo el 63% de la población total tiene acceso a internet. Sumado a esto, tenemos que en los últimos años algunos países han optado por prohibirlas, lo que limita su alcance.
Con respecto a la anonimidad de los datos, si bien lo planteamos como una ventaja a la hora de la seguridad del usuario que realiza la transacción, podríamos decir que es una espada de doble filo, ya que esta característica permite su uso para transacciones ilícitas, representando un riesgo para la sociedad. Con esto nos referimos al uso de las criptomonedas para el lavado de activos, utilizadas tanto por actores vinculados al terrorismo como por actores vinculados al narcotráfico.
Es interesante en este aspecto comentar que hay opiniones contrapuestas, por un lado, desde Binance – el principal ecosistema de blockchains del mundo – comentan que “las criptomonedas son un vehículo terrible para lavar dinero”, pero, por otro lado, tenemos actores como el secretario del tesoro para Terrorismo e Inteligencia Financiera de los EEUU – Brian Nelson – quién plantea que su “…evaluación encuentra que los actores ilícitos, incluidos los delincuentes, los estafadores y los actores cibernéticos de Corea del Norte, están utilizando los servicios de DeFi en el proceso de lavado de fondos ilícitos”.
De esta manera, los estados han adoptado distintos tipos de estrategias para enfrentarse a esta nueva tecnología.
En primer lugar, tenemos los países que han sido más hostiles con respecto a las criptomonedas, como es el caso de China, Argelia, Bolivia, Egipto, Turquía, entre otros. Los principales argumentos para tomar este accionar son, evitar el lavado de activos, la recaudación ilegal de fondos y promover una mayor estabilidad financiera nacional, ya que la ausencia de una autoridad central hace que la inversión en criptoactivos sea un riesgo para los inversores.
En segundo lugar, tenemos otro bloque de estados que ante la emergencia de esta tecnología, no optan por su prohibición, sino por su regulación para prevenir actividades ilícitas y para tener algún tipo de control en el ecosistema, sin quitar los atractivos del mismo. En este grupo se encuentran los países occidentales, como los Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Europea. Así, según el medio oficial del Fondo Monetario Internacional, el desafío está en “una regulación adecuada podría ofrecer un espacio seguro para la innovación”.
En tercer lugar, tenemos los países que han optado por elegir al Bitcoin como una criptomoneda de curso legal, como es el caso de El Salvador, quien ha sido el primer país en tomar esta medida, o el caso de la República Centroafricana. En estos casos, el Bitcoin se adoptó como moneda de curso legal, por lo tanto, los comercios y proveedores de servicios están obligados por ley a aceptar el pago en esta criptomoneda.
Además de estas estrategias que los estados adoptaron frente a las criptomonedas, comenzó un estudio para que los Bancos Centrales emitan sus propias monedas digitales, fenómeno que se conoce como Dinero Digital de Bancos Centrales (CBDC, por sus siglas en inglés). El mismo consiste en la evolución digital y criptográfica de las monedas fiat, con la diferencia de que son activos centralizados controlados por el gobierno y su Banco Central.
Para concluir, debemos mencionar que las criptomonedas también les han servido a los Estados y a los usuarios miembros de estos Estados que han sido duramente sancionados por el sistema financiero internacional, como es el caso de Rusia frente a la invasión a Ucrania, o el de Irán con los embargos comerciales.
Las criptomonedas llegaron para quedarse, por lo que representan una gran oportunidad y un gran reto para las Relaciones Internacionales. Proveer a este ecosistema de una regulación adecuada, que no dañe su esencia y que permita optimizar sus funciones económicas, sociales y financieras, será el principal desafío.