Desde el año 2017, Brasil es el principal productor de petróleo de la región latinoamericana, situándose por delante de México y Venezuela, los dos productores históricos de la región. A continuación, revisaremos cómo se dio este proceso que cataloga a Brasil como la potencia petrolera indiscutida de la región, situando su producción al nivel de los países de medio oriente.
¿Cómo Brasil llegó a ser potencia petrolera?
En el año 1952, el entonces presidente Getúlio Vargas envió al congreso un proyecto de ley por el cual se crearía una empresa mixta con control mayoritario estatal que se ocupara de la cuestión petrolera. Pero en un contexto de nacionalismos en auge y la guerra fría, los espacios de izquierda lograron, tras fuertes debates y manifestaciones públicas, la modificación de la ley, para que creara una empresa estatal, con un rígido monopolio estatal que excluyera cualquier participación privada en la misma.
De esta manera, en 1953 se sanciona la Ley Nº 2004, que establece la creación de la empresa Petróleo Brasileiro S.A. (Petrobras), abriendo una etapa en donde la búsqueda y explotación de hidrocarburos se volvió estratégica para el país. Sin embargo, los primeros años no fueron buenos, la empresa era deficitaria y la explotación de los pozos terrestres no eran lo suficientemente rentables para el funcionamiento de la empresa.
Esta etapa cambió con los primeros descubrimientos de yacimientos petrolíferos en la plataforma continental brasileña, así, se descubrieron, en 1969, el yacimiento del Campo de Guaricema, y en 1974, la cuenca de campos con el yacimiento de Garoupa. La apuesta por el sector, comenzaba a dar resultado.
Una modificación fundamental, fue la enmienda constitucional que se realizó en 1995, en donde se flexibilizaba el monopolio del petróleo, abriéndose al mercado, permitiendo que el Estado contrate empresas estatales o privadas para la explotación o producción de petróleo y gas.
La ley mencionada (Nº 2.004) se encontraba en oposición a la actualización del texto constitucional, haciendo necesaria la actualización de la legislación -Ley 9.478 de 1997-, promulgada por el entonces presidente Fernando Henrique Cardoso. Esto dio por finalizado el monopolio de Petrobras, permitiendo la presencia de otras empresas en el país para competir con Petrobras en todas las ramas de la actividad petrolífera. Además, se privatiza el 49 por ciento de la empresa, vendiendo ese porcentaje de acciones para una composición mixta, conservando el Estado, el otro 51 por ciento de las acciones.
Con la llegada de Lula da Silva a la presidencia, Petrobras amplió la exploración de yacimientos. En el año de 2004, perforó algunos pozos petrolíferos en la Cuenca de Santos, y en el año 2006, cuando la perforación ya había alcanzado los 7.600 metros de profundidad bajo el nivel del mar, se encontró una acumulación gigante de gas natural, además de depósitos de condensado, parte ligera del petróleo. Al mismo tiempo, otra perforación hecha en la Cuenca de Santos cambiaría definitivamente el rumbo de la exploración en Brasil. A unos cinco mil metros de profundidad, bajo el nivel del mar, se constató que el pozo, bautizado como tupí, mostraba indicios de la existencia de crudo bajo la capa de sal. Este hecho provocó la perforación de siete pozos más y en todos ellos se encontró petróleo.
La región donde se encontraron estas fuentes hidrocarburíferas, conocida como Presal, está localizada a aproximadamente trescientos kilómetros de la costa brasileña, en el océano atlántico, y se extiende desde el Estado de Espírito Santo, en la Región Sudeste, hasta el Estado de Santa Catarina, en la Región Sur. Se decidió que se denominaría presal porque forma un intervalo de rocas que se extiende por debajo de una extensa capa de sal, que en ciertas áreas de costa alcanza espesores de hasta dos mil metros. Mientras que la sílaba pre es utilizada porque esas rocas se fueron depositando antes de la mencionada capa de sal.
El 21 de abril de 2006, Brasil se declara un país autosuficiente en producción petrolera, por medio de la inauguración y puesta en marcha de la plataforma P-50. A partir de estos descubrimientos, la producción de petróleo no hizo otra cosa que aumentar, y no solo eso, sino que nos encontramos en el conocido boom de commodities, lo que dio lugar a un aumento exorbitante del precio del crudo, llegando a más de 130 dólares por barril.
Para comprender la magnitud de lo que implica la región del Presal “su producción representa el 93% de la producción de petróleo de Brasil y un 71% de la producción hidrocarburífera total”, según datos de Energía Online.
Potencia petrolera regional, ¿y global?
Como planteamos al comienzo, desde 2017 Brasil es el principal productor de petróleo de la región, y también el noveno a nivel mundial. Con Bolsonaro, la explotación continuó a buen ritmo, ya que el presidente al igual que su par Donald Trump, no apoyaba la agenda de la transición energética.
Ahora bien, con la vuelta de Lula al poder, se planteó como interrogante si éste revisaría su política petrolera en este contexto, en donde la lucha contra el cambio climático es más activa que nunca. Un caso latinoamericano que da cuenta de esto, es el caso del Presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien en su programa de gobierno incluía la propuesta de no otorgar nuevas licencias para la explotación de hidrocarburos, además de sus declaraciones en el Foro de la ONU: “la crisis climática se resuelve dejando de extraer petróleo, carbón y gas”.
En este caso, a pesar de las afinidades ideológicas, podemos ver un mayor pragmatismo en el caso de Lula, quien calificó a la idea de Petro de “irreal”, ya que según él, el mundo necesita petróleo “por un tiempo”. Y a pesar de que parezca contradictorio por la época de transición energética en la cual nos encontramos, los pronósticos le dan la razón al mandatario brasileño, ya que, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE) tanto la producción global de petróleo como la demanda aumentarán esta década.
La aspiración de Brasil es seguir este camino para convertirse en el cuarto productor mundial de petróleo. Durante el año 2022, ocupó el noveno puesto, por delante de Kuwait y por detrás de Irán, produciendo una media de 3 millones de barriles por día (bpd). Para poder convertirse en el cuarto productor mundial de petróleo, necesitaría bombear más de 4,5 millones de barriles de crudo al día, de esta manera superaría a Canadá, que actualmente ocupa ese puesto. Con este objetivo en mente, el Ministerio de Energía de Brasil anunció un plan estratégico para Petrobras con inversiones de hasta 78 mil millones de dólares para el periodo 2023-2027 y prevé una producción de 5,4 millones de barriles de petróleo diarios para 2029.
Con respecto al resto de la región, el dato más relevante es que tanto Venezuela como México han disminuido su producción. Por un lado, Venezuela se encuentra en una crisis económico-política muy profunda, por lo que ha disminuido fuertemente su producción. Así, la producción de petróleo venezolano, se desplomó desde 3,4 millones de barriles diarios en 1998 a 700.000 en la actualidad. Por otro lado, en México la producción alcanzó su pico en 2004 y desde entonces se ha reducido a casi la mitad. Para levantarla, el gobierno de AMLO ha intentado impulsar el desarrollo de Pemex, la petrolera estatal, generando un paulatino repunte en la producción, pero aún sin conseguir los resultados que se esperaban.
Al mismo tiempo, existe una caída en la producción Colombiana y un aumento de la producción de petróleo por parte de Argentina, impulsada fuertemente por la explotación del yacimiento de hidrocarburos no convencionales de Vaca Muerta. Finalmente, debemos mencionar el caso de Guyana, país en el cual el gigante petrolero estadounidense Exxon Mobil descubrió en 2015 una reserva de hidrocarburos en su plataforma continental, y desde la que se prevé que se produzca aproximadamente un millón de barriles diarios para el 2028.
Conclusión
El éxito de la estrategia petrolera de Brasil no es repentino, es un proceso que comenzó hace mucho tiempo y que ha sido mantenido como política de estado más allá de los distintos perfiles ideológicos que han tenido las administraciones. Su coronación como potencia energética trae aparejado muchos beneficios para el país, principalmente, le garantiza un ingreso de divisas más que importante para mantener los superávit comerciales, le permite diversificar su matriz productiva, además de ser autosuficiente y disponer de energía barata para impulsar su industria. Por último y no menos importante, le da mayor capacidad de influencia en la política internacional, sobre todo en las cuestiones vinculadas a la energía.