De la oportunidad desarrollista a su tergiversación
A partir del 1930, debido a la Gran Depresión, producto de la caída de la bolsa de New York en 1930, y al desarrollo de la industria bélica en Europa (1918 -1945), nace el modelo por sustitución de importaciones en la Argentina.
La industrialización por sustitución de importaciones (ISI) fue el modelo de desarrollo económico adoptado para potenciar la industria fabril nacional, con la presencia de un Estado fuerte y de un proteccionismo significativo.
Entre las medidas más relevantes, se aplicaron aranceles a la importación, tipos elevados de cambio, subsidios y apoyos para los productores locales. Se trató de toda una serie de medidas que aspiraban a robustecer las industrias nacionales e independizar el consumo local de las industrias de las potencias internacionales.
En el contexto histórico, las naciones europeas “en crisis” decidieron minimizar la compra de bienes importados, o tasarlos con elevados aranceles. Con ello, intentaban proteger su propio consumo y paliar el efecto del desplome de sus monedas, generando una industrialización por cuenta propia.
El Estado argentino, lento de reflejos, no advirtió los cambios necesarios, lo cual derivó en su propio agotamiento, simplemente porque el ISI no funciona como política de largo plazo. Además, aplicado de manera aislada, el modelo no contribuyó al proceso de industrialización y, lo que es aun peor, se transformó en un ancla para la transformación hacia un modelo exportador.
Así las cosas el Estado Argentino se fue convirtiendo en un hércules del gasto público populista, financiándose por medio de impuestos distorsivos, presión fiscal, y una industria fabril cada vez más débil. Lo que era una oportunidad para industrializar, se transformó en un castigo para la importación de todos aquellos insumos necesarios para producir productos y bienes de cambio. En concreto, el Estado “fuerte en su estrategia” de sustitución se convirtió en un generador del gasto “financiado”.
Hoy en día, el modelo de de «industria nacional» se ve afectado por el mismo sistema burócrata de ventanitas, que limita las importaciones necesarias para producir. Cabe resaltar, en este contexto, que casi el 80% de las importaciones del país son insumos para la industria de bienes de capital y bienes intermedios; es decir, insumos necesarios para producir las mercaderías que luego se exportan. La mayor parte de estos bienes no se fabrican en Argentina, o solo se hacen a precios demasiado elevados, ya sea por carencia de economías de escala o por falta de inversión tecnológica.
Forzar una sustitución, no planificada ni identificada por sectores, afecta negativamente la competitividad de los productos argentinos en los mercados internacionales. La sustitución industrial de importaciones tiende a crear un sesgo anti-exportador al incrementar los costos de producción, puesto que los insumos con los que se fabrican bienes argentinos son más caros, y/o de calidad inferior, en comparación a los que ofrece un esquema de mayor apertura.
Como consecuencia, el aumento de costos que el Estado genera sobre las importaciones terminará indefectiblemente trasladándose a las empresas exportadoras, reduciendo su competitividad y su capacidad para posicionarse en los mercados externos. Por ello, para que las exportaciones aumenten, es necesario el empleo de insumos importados, al menos en el mediano plazo o hasta que se generen cadenas integradas de proveedores locales competitivas en calidad, volumen y precio.
Vender sin comprar – Exportar sin importar
En un mundo conectado con tan sólo un click, las cadenas de valor son globales. Por lo tanto, no es viable la opción de abrir mercados en el exterior sin adquirir bienes provenientes de ellos. El sistema de querer exportar, sin importar, es absurdo en el contexto actual. La apertura de oportunidades y mercados para las exportaciones argentinas depende de las mismas oportunidades y mercados que la Argentina provea a las exportaciones de otros Estados.
Además, eliminar las barreras de importación y exportación, sin que ello vaya acompañado de una reducción del costo argentino en materia de impuestos, es una medida absolutamente cortoplacista y transitoria.
Para desarrollar un plan exportador integrador, es necesario reducir los costos logísticos, con una coordinación consistente las decisiones entre diferentes áreas del Estado y con decisiones que posean un carácter transversal y permanente en todo el sector público.
Un conjunto sistémico que incluya un nuevo paquete de incentivos como motor de crecimiento, estabilidad macroeconómica, reforma y austeridad del gigante Estado Argentino, con un bimonetarismo de convivencia, llevará a un régimen económico ordenado y estable.
Una vez, que generemos credibilidad, estabilidad, y blindaje jurídico y administrativo de carácter permanente, tendremos la oportunidad de recibir inversiones extranjeras en industrias de diferentes sectores tendientes a potenciar la producción y exportación de los productos argentinos.