Son escasos los secretarios de estado recordados por nombre y apellido, y Henry Kissinger es, sin duda, uno de esos pocos, siendo una de las figuras más relevantes de la política internacional del último siglo.
Nacido en Alemania en 1923 y de origen judío, se vio obligado a emigrar a los Estados Unidos en 1938 debido al alzamiento de Hitler en el poder. En 1943 se alista en el ejército y combate en Francia y Alemania, destacando por su inteligencia, y llegando a gobernar un distrito de la ciudad de Hesse luego de la guerra, beneficiándose de su fluidez en el alemán.
Al regresar a Estados Unidos, se graduó en Harvard en Filosofía e Historia, y se doctoró en 1954 con una tesis titulada Paz, Legitimidad y Equilibrio. Su incursión en la política se da como asesor de Nelson Rockefeller, lo que llamaría la atención de su rival, Richard Nixon, quién lo fichó. Bajo la administración Nixon, Kissinger se desempeñaría primero al frente de la oficina de seguridad nacional, y luego como secretario de estado. Desde este lugar desplegó la doctrina de la realpolitik, un concepto con raíces en figuras como Otto von Bismarck, Richelieu, Maquiavelo, Tucicides y Sun Tzu. En esencia, la realpolitik es la idea de que la política y la diplomacia no debe depender de cuestiones morales, sino que debe seguir intereses pragmáticos.
Kissinger combinó grandes aciertos con grandes errores. Podemos decir que sus mayores logros geopolíticos fueron el fin de la guerra de Vietnam, la mediación en la guerra de Yom Kipur, y el acercamiento con China, todos guiados por la realpolitik. En 1972 viaja con Richard Nixon a China, donde se formalizaron relaciones diplomáticas, se reunió con Mao Zedong y se da la famosa diplomacia del ping pong. El resultado de esto fue la conformación de una alianza estratégica tácita anti-soviética, que trajo muchos intercambios económicos y culturales. Simultáneamente, abogó por la retirada estadounidense de Vietnam, proponiendo un acuerdo de paz con la creación de un gobierno de coalición.
Sin embargo, es probable que sus errores sean mayores. La idea de que los intereses son más importantes que la moralidad, llevó a que ponga por encima las dinámicas de poder que los derechos humanos y los valores democráticos. Esto implicó apoyar el golpe de estado en Pinochet en Chile, tratar de impedir la expansión del comunismo chino en el sudeste asiático fomentando la invasión de Timor Oriental, los bombardeos a Laos y Camboya o respaldar el Plan Cóndor en Argentina. Su accionar en este sentido le trajo muchísimas críticas, siendo una de ellas el libro del fallecido ensayista británico Cristopher Hitchens: Juicio a Kissinger.
Pero si dejamos de lado su trayectoria política, es indiscutible que Kissinger fue un intelectual de primera categoría. Al abandonar la política, continuó participando activamente en foros, escribiendo en prensa, integrando grupos de expertos y siendo profesor. Conocer su obra es fundamental para cualquiera que pretenda entender la política internacional. Cuenta con más de 15 libros, entre los que se encuentran Años de agitación (1982), Poner fin a la guerra de Vietnam (2003) y Orden Mundial (2014).
En 1957, tan solo tres años después de doctorarse, Kissinger escribe Armas nucleares y política internacional. Este libro es esencialmente una crítica al gobierno de Eisenhower y fue muy bien recibido por especialistas, aunque generó controversias entre el público general. Su tesis aquí era que las armas nucleares tácticas podían ser usadas para disuadir al adversario. Esta obra le sirvió como impulso para ser elegido como asesor de Nelson Rockefeller.
En 1994 publica Diplomacia, obra que consagró a Kissinger como referente canónico en la historia de las Relaciones Internacionales. El libro abarca desde la Paz de Westfalia hasta el fin de la Guerra Fría, siendo muy interesante la narración en primera persona de la experiencia de Kissinger como secretario de Estado.
En 2011 se publica China. En este libro Kissinger demuestra una vez más su profundo entendimiento del gigante asiático, y muestra el por qué es un estadista respetado como nadie allí, lo que se vio claro en su recientemente encuentro con Xi Jinping. Este libro aporta una perspectiva renovadora a los análisis contemporáneos, revisando todas las negociaciones que tuvo que llevar a cabo con los diversos líderes chinos, narrado desde un respeto hacia China escaso en la actualidad.
Su último libro es de este año (2023) y se titula Liderazgo: seis estudios sobre estrategia mundial. Se lanzó meses antes de su fallecimiento, lo que evidencia su lucidez mental hasta el último momento. En él, analiza el impacto de diversos líderes destacados en la política mundial: Richard Nixon, Charles de Gaulle, Konrad Adenauer, Margaret Thatcher, Anwar el-Sadat y Lee Kuan Yew.
El legado de Henry Kissinger es controvertido. Desde su nacimiento en 1923 hasta su fallecimiento en 2023, su vida refleja los vaivenes geopolíticos y la influencia del poder en el escenario mundial. Como estadista, Kissinger dejó su marca al desplegar la realpolitik como pocos en la historia moderna, dejando una huella imborrable.
No obstante, su legado trasciende la esfera política para adentrarse en el ámbito intelectual. Dedicó una parte considerable de su vida a la escritura y la difusión de su pensamiento. Su enfoque realista y su capacidad para comprender las dinámicas globales le brindan un lugar destacado en la historia del pensamiento internacional. Es vital para cualquiera que tenga la intensión de comprender las dinámicas globales tratar de analizar objetivamente a este personaje, como diría Marc Bloch, con ojos de sabio, y no de juez.