A partir de la reunión que mantuvieron Joe Biden y Xi Jinping el pasado 15 de noviembre, podemos identificar al menos tres indicadores a partir de los cuales poder medir cómo será la evolución de la relación entre China y Estados Unidos. Indicadores que se encuentran fuertemente entrelazados debido a la complejidad de la relación en cuestión y que, por lo tanto, cambios en las dinámicas de esta tienen el potencial de afectar a uno, dos o todos ellos.
Estos indicadores son: cómo ambos países piensan su relación no solo con su par sino de cara al sistema internacional. El segundo, vinculado a la agenda temática de los acuerdos firmados y a la capacidad de liderazgo (conjunto) sobre esos temas. Por último, el tercer indicador y, tal vez, el más importante, las expectativas futuras de la relación bilateral y la sustentabilidad de esta suerte de détente entre ambas superpotencias frente a los grandes temas estratégicos que (todavía) los separa.
Cuando ponemos la lupa sobre el primer indicador lo que no encontramos rápidamente son una serie de afirmaciones realizadas por ambos mandatarios que resaltan la importancia que tiene la relación entre China y Estados Unidos para las relaciones internacionales. En el caso de Xi Jinping, este afirmó, como dice el título de esta nota, que “La Tierra es lo suficientemente grande para que ambos países sean exitosos”. En la misma línea, afirmó que la relación entre China y Estados Unidos es la más importante del mundo. Por otro lado, el Presidente Joe Biden, remarcó que “el mundo” estaba atento a los resultados de la reunión entre ambos países.
Estas afirmaciones revelan tres cuestiones en particular. En primer lugar, ambos países se ven como pares. Pares, valga aclarar, en términos de poder o dentro de una misma jerarquía de poder más allá que Estados Unidos saque ventaja, por ejemplo, en el ámbito militar. Esto nos lleva a la segunda cuestión. Si ambos países se perciben como pares y entienden que el resto de los actores está atento a la resultante de su relación bilateral, es justo afirmar que tanto China como Estados Unidos perciban que la principal característica del sistema internacional es que sea bipolar. Incluso aunque afirmen que el mundo es multipolar.
Aunque haya diferencias con la bipolaridad característica de la Guerra Fría, lo cierto es que la actual distribución de poder de la estructura del sistema internacional reconoce a solo dos actores por encima del resto en cuanto a poder económico, político y militar y, con la capacidad de definir las reglas, normas y comportamientos del orden internacional además de proveer bienes públicos globales.
Con ambos elementos, como Estados Unidos y China perciban el tipo de relación que mantienen, definirá a su vez el tipo de bipolaridad, sea está más distendida o rígida. Cooperativa o competitiva/confrontativa. Xi Jinping en la reunión afirmó que la competencia no tenía porqué ser la característica de la relación con Estados Unidos. Estados Unidos, por su parte, afirmó todo lo contrario. Que la norma es la competencia. Y una competencia de larga duración. Esto último, para el futuro de la relación, puede disparar el mismo problema. Fallos de percepción y de cálculo. Tarea para el hogar, intenten ponerse de acuerdo.
El segundo indicador va en función de los acuerdos firmados antes y durante la reunión del 15 de noviembre que abarcan temas tales como la restauración de las comunicaciones en materia del cambio climático, la creación de un canal de diálogo sobre la regulación de inteligencia artificial en sistemas de armas y el acuerdo para el control del fentanilo.
Como dijimos, si hablamos de Estados Unidos y China como las dos unidades más importantes del sistema, su liderazgo debe ser capaz de poder brindar ciertos bienes públicos globales al resto de las unidades. La reunión, entre otras cosas, puede vérsela como una forma de saldar, de forma parcial, el vacío de liderazgo que impera en el sistema desde hace más de una década. Ambos países tienen los recursos y, sobre todo, la voluntad de poder movilizar determinadas temáticas dándole una importancia mayor dentro de la agenda internacional o, al menos, un mejor abordaje para su resolución. Los temas -Cambio climático, Inteligencia Artificial y Fármacos- van en esa línea. Son tres temas de impacto transnacional, en donde el rol de los hegemones es clave. No hay transición energética sin China y Estados Unidos. No hay gobernanza plena sobre la inteligencia artificial sin China y Estados Unidos.
De ser una detente sustentable en el tiempo es probable que puedan construirse nuevas normas y regímenes o, por el contrario, si la competencia recrudece, que se haga aún más difícil llegar a consensos sobre estos temas. También uno puede preguntarse si, aunque prime la lógica de la competencia, existen temas que puedan escaparse de esta y sean liderados de igual forma por ambas superpotencias. Hoy no lo parece.
El último indicador recae sobre la sustentabilidad de la détente entre China y Estados Unidos. Más allá de los acuerdos firmados, de que pueda existir cierto liderazgo compartido en algunas temáticas de la agenda, lo cierto es que el germen de la competencia persiste y no existen indicios de que vaya a desaparecer en el futuro cercano. Cuando arrojamos la lupa en la pasada cumbre, los temas estratégicos que separan a ambos países y que han sido fuente de conflicto fueron abordados de manera muy superficial. Esto nos dice que, a pesar de que en el corto plazo el conflicto y la confrontación hayan disminuido de forma relativa, no existen bases sólidas que eviten que nuevos incidentes lleven a foja cero la relación, afectando todo lo previamente dicho.
Un aspecto que puede llegar a dar cierta previsibilidad es la restauración de las comunicaciones militares. Durante el último tiempo, las fuerzas armadas de ambos países se han visto involucradas en encontronazos en el Mar del Sur de China y en el Estrecho de Taiwán, elevando las tensiones y generando un cada vez mayor dilema de seguridad en la región. Carrera armamentista mediante. A pesar de que a ninguna de estas cuestiones se les haya encontrado puntos en común, los canales militares pueden ayudar a prevenir fallos de percepción y de cálculos, y con ellos, escaladas de tensión involuntarias.
Aun así, más allá del aspecto militar, el aspecto político de la cuestión de Taiwán sigue siendo importante ya que es lo que más separa a ambas superpotencias. Un renovado apoyo de la administración de los EEUU a Taiwán o una nueva visita de algún funcionario de alto rango a la isla pueden devolver la situación a foja cero. Ambos países tienen elecciones el próximo año, Taiwán en enero y Estados Unidos en Noviembre. China, por supuesto, será parte de la campaña.
En el aspecto económico, la suerte corre para las nuevas tecnologías como los semiconductores. En una economía global en donde la mayor parte de los países está elaborando estrategias defensivas de sus recursos y cadenas de valor, nuevas sanciones o restricciones hacia China pueden generar nuevas tensiones, haciendo de la détente, insostenible en el tiempo.
San Francisco inaugura, tal vez, un nuevo tiempo en las relaciones entre China y Estados Unidos. La pregunta que hay que hacerse es ¿Detente perdurable o solo el impulso para retomar la confrontación?