En los últimos días, Radar Internacional accedió a un documento desclasificado del Pentágono escrito en 2013 y titulado “LAS CONSECUENCIAS ESTRATÉGICAS DEL RACISMO CHINO: Una asimetría estratégica para Estados Unidos”. En él, un autor anónimo explica a la dirigencia norteamericana cómo se aborda la cuestión racial en China y que pude hacer Estados Unidos para sacar ventaja de esto.
El documento es escrito para la Oficina de Evaluación Neta, una suerte de think tank interno del Departamento de Defensa de Estados Unidos que mira a largo plazo en el futuro militar y produce reportes con la asistencia de contratistas externos. Andrew Marshall, oficial que estuvo a cargo de este organismo desde su creación en 1973 hasta 2015, es a quien esta dirigida la investigación desclasificada, pues ha jugado un rol importante en la política exterior de los Estados Unidos durante este periodo.
El texto comienza con una explicación sobre cómo en la historia y en la cultura contemporánea de China se considera que los chinos son únicos y superiores al resto del mundo. Una evidencia de la centralidad que le asignan a su pueblo puede verse en la traducción directa de la palabra “China” del mandarín, Zhongguo (中國) que significa literalmente “Nación del Centro”. Otros pueblos y grupos son vistos como inferiores, con una escala jerárquica de inferioridad. La principal distinción china es entre grados de bárbaros, los “diablos negros” -salvajes inferiores- y los “diablos blancos” -bárbaros mansos-, con los que los chinos pueden trabajar.
En este resumen no se pretende adherir a la postura descripta, sino compartir la forma en que la inteligencia estadounidense entiende e investiga la cosmovisión china. El documento elabora una lista de consecuencias estratégicas del racismo chino.
Primero, el racismo influye en gran medida en las percepciones chinas del mundo. La mayoría de las veces, los chinos ni siquiera reconocen su racismo como un problema. Creen que el racismo es un fenómeno occidental y que los occidentales están obsesionados con la raza. Los chinos consideran que esta obsesión es una vulnerabilidad estratégica de Occidente, mientras que China no se ve afectada por el racismo.
Segundo, el racismo influye en su visión de Estados Unidos. Desde la perspectiva china, Estados Unidos solía ser una sociedad fuerte que los chinos respetaban cuando era unicultural, definida por la centralidad de la cultura angloprotestante en el núcleo de la identidad nacional estadounidense, alineada además con la ideología política del liberalismo, el Estado de derecho y el capitalismo de libre mercado. Por el contrario, los chinos ven el multiculturalismo como una enfermedad que se ha apoderado de Estados Unidos y un componente de su declive.
Tercero, los Estados son estables y, por tanto, buenos para los chinos, en la medida en que sean uniculturales. Su expectativa es un sistema de tributo en el que los bárbaros sepan que los chinos son superiores. Existe una visión fuerte, implícita y racista de la política internacional que es ajena para los analistas occidentales.
Los chinos se sienten cómodos utilizando la raza para explicar los acontecimientos y apelando a estereotipos racistas para promover sus intereses. Existe también una particular creencia acerca de que los africanos en particular necesitan el liderazgo chino.
Cuarto, los chinos harán llamamientos a los Estados del Tercer Mundo basándose en la “solidaridad racial”, es decir, la necesidad de que los pueblos no blancos se unan contra el imperialismo y el racismo occidentales.
Quinto, el racismo puede perjudicar los intereses chinos en África. Los chinos tienen una representación jerárquica de otros grupos, entre los cuales los de piel más oscura son la clase más baja. En este sentido, los estereotipos raciales de los africanos que se encuentran comúnmente dentro de la sociedad china sugieren que esta población es atrasada, sucia y propensa a la delincuencia, particularmente a los delitos violentos. Estas creencias emergen regularmente en las relaciones de China con el Tercer Mundo y sumadas a las opresivas prácticas comerciales chinas podrían generar un enorme resentimiento en el Sur Global.
Sexto, el racismo chino contribuye a su exceso de confianza. Los chinos comúnmente creen que son más inteligentes que otros y, por lo tanto, que pueden dar forma a los acontecimientos de manera indirecta o mediante lo que llaman con el concepto de shi [势]: la manipulación estratégica de los acontecimientos. Esta presunción entre los chinos de que pueden manipular a otros es sumamente peligrosa para la estabilidad asiática. Al mismo tiempo, es una gran oportunidad para Estados Unidos.
Séptimo, el racismo chino contribuye a convertir a los chinos en un adversario formidable. Los chinos Han poseen una fuerte identidad intragrupal, lo cual les provee un fuerte sentido de unidad e identidad además de librarlos de dudas y de culpa por su pasado. Esto permite al gobierno chino esperar sacrificios y apoyo de una mayoría considerable del pueblo chino, de donde el gobierno tiene la capacidad de extraer apoyo y recursos de la población de manera formidable. La visión teleológica de una China como hegemón mundial encuentra sustento en la concepción del país como civilización.
Octavo, los chinos nunca participarán en un movimiento de derechos civiles como el de Estados Unidos. Esto se debe a que no abrazan la libertad de prensa, la libertad para presentar peticiones a su gobierno ni la libertad de reunión. La igualdad está asociada con el maoísmo y es rechazada en la China actual, donde la desigualdad se acepta y se celebra. Además, no existe ninguna noción de derechos civiles en el pensamiento político chino ni, prácticamente, en la jurisprudencia. Exista una cultura en la que se escapa de la autocrítica, razón por la cual es normal en China que, a pesar de errores y aciertos, se eleve a un status admirable a los gobiernos anteriores.
Noveno, el trato que China da a los cristianos y a las minorías étnicas es deficiente. El gobierno reconoce que la religión es capaz de realizar muchos actos positivos en una sociedad y ve la necesidad de que las personas tengan una base moral y religiosa proporcionada por la religión. Sin embargo, ante esto surge el debate sobre cómo preservar la esencia de lo chino en una era dominada por las ideas occidentales. En este sentido, el gobierno teme a la religión en el sentido de que la religión incontrolada puede ser una amenaza; un desafío a la autoridad de Beijing. Siguiendo con esta lógica, no sorprende que el trato a las minorías étnicas sea igualmente malo y es en este marco que existen los “campos de reeducación” para las minorías étnicas y religiosas, como los de Xinjiang, donde se concentra a la población de etnia uigur y de religión musulmana.
Luego de enumerar estas conclusiones, el texto propone políticas a través de las cuales Estados Unidos puede aprovecharse del racismo chino en su proyección de influencia internacional. El autor explica que el mensaje chino al “Sur Global” se centra en la alternativa que China les propone frente al legado colonial que los occidentales dejaron en sus tierras. China se presenta a sí misma como una superpotencia apolítica en ascenso que hace negocios en su país, paga un precio justo por sus materias primas y construye infraestructura sin condiciones.
Ante esto, recomienda el documento, Estados Unidos debe diferenciarse expandiendo la idea de China como un Estado racista y colocándose como el líder de la cultura anti-racismo. Esta concepción permitiría a Estados Unidos ganar aliados a través de las fuertes corrientes anti-racismo que tienen sustento en la cultura popular influenciada por los ideales occidentales y en el pensamiento político de izquierda. Las figuras populares del cine, la música, la televisión y los deportes podrían ser especialmente útiles para llamar la atención sobre el racismo de China ante audiencias más jóvenes en todo el mundo, mucho más que lo que podría lograr el gobierno de Washington de forma oficial o semioficial.
El documento:
Litigation_Release_The_Strategic_Consequences_of_Chinese_RacismDescarga