Entre el 7 y el 9 de junio se llevaron a cabo las elecciones para el Parlamento Europeo, organismo que, aunque no legisla como tal aprueba el presupuesto y vota al presidente de la Comisión Europea. Los eurodiputados se eligen de forma directa en cada uno de los 27 estados miembros de la Unión Europea (UE) cada 5 años y se organizan en partidos europeos a los que los partidos nacionales se afilian.
Cabe mencionar para comprender de mejor forma las magnitudes utilizadas en el artículo que en estas elecciones se disputaron 720 escaños. Esto es menos que en 2019 cuando debido a que el Reino Unido todavía formaba parte de la UE se eligieron 751 parlamentarios. A cada país se le asigna un número determinado de eurodiputados en función de su población, que oscila entre los 96 de Alemania y los seis de Chipre, Malta y Luxemburgo.
Con 186 bancas según el recuento provisorio (a las 20:10 UTC – 3 del 10 de junio) el Partido Popular Europeo (PPE) fue el más votado, repitiendo el liderazgo obtenido en 2019 y sumando 10 bancas. Esta organización agrupa diferentes expresiones de centroderecha como democristianos y conservadores y tuvo sus mejores desempeños en España y Alemania donde el PP y la CDU obtuvieron más del 30% de los votos, y en Polonia y Rumania donde sus candidatos superaron el 35%.
En segundo lugar, se ubicó con 135 escaños la Alianza de Socialistas y Demócratas (S&D) que agrupa movimientos socialdemócratas y progresistas. Los resultados de sus principales miembros fueron variados: el SPD alemán del canciller Olaf Scholz obtuvo el tercer lugar con solo 14% de los votos, el PSOE español de Pedro Sánchez reunió un 30% y se ubicó por detrás del PP, mientras que los candidatos de partidos miembros ganaron en Rumanía, Portugal y Suecia.
Uno de los grandes perdedores fue el partido centrista liberal Renew Europe que perdió 23 bancas y pasó a tener 79. El golpe fue especialmente duro en Francia donde sus candidatos, del partido del presidente Emmanuel Macron, obtuvieron solo el 14,6% de los votos frente al 31% obtenido por la agrupación derechista de Le Pen y así empataron en número de bancas con el Partido Socialista. Este pésimo resultado motivó al mandatario francés a disolver la Asamblea Nacional francesa anticipadamente, algo que no ocurría desde 1997, y convocar a elecciones para el 30 de junio.
“He decidido devolverles la elección de su futuro parlamentario mediante la votación… Esta decisión es seria, dura. Pero es, sobre todo, un acto de confianza. Confíen en ustedes, mis queridos compatriotas. En la capacidad del pueblo francés de tomar la decisión más justa”, añadió el mandatario francés reelecto en las presidenciales de 2022 .
“Esta derrota sin precedentes del gobierno actual marca el final de un ciclo y el primer día de la era post-Macron” dijo Jordan Bardella, líder del partido que tiene a Le Pen como referente, luego de califica la brecha vista en los sufragios como una “repugnancia punzante” hacia el presidente.
Los Verdes, que lograron establecer fuertemente su agenda en la última gestión con el Pacto Verde Europeo, también se enfrentaron al fracaso y con derrotas en Francia y Alemania pasaron de ser la cuarta fuerza con 74 bancas a ocupar la sexta posición con 53.
En contraposición al mal resultado de socialistas, progresistas y verdes vimos un aumento en los votos a partidos de derecha y extrema derecha. Esto no es evidente si miramos la distribución de escaños en el Parlamento Europeo ya que la diversidad de partidos nacionales de derecha carece de un liderazgo claro en el plano continental.
Esto puede explicarse tanto por el euroescepticismo sostenido por muchos de estos espacios, que los aleja de la institucionalidad y cooperación a nivel europeo, como también por la novedad de muchos de los partidos de la “derecha alternativa” que obtienen por primera vez eurodiputados en estas elecciones y no están afiliados a ningún partido europeo.
Son dos los partidos políticos europeos situados entre la derecha y la extrema derecha. Por un lado, el Grupo de Conservadores y Reformistas (CRE), del que forman parte Fratelli d’Italia de la primera ministra Giorgia Meloni que obtuvo el primer lugar en su país en estas elecciones con el 28,7% y el partido polaco Ley y Justicia que obtuvo un 36%. El partido español Vox pertenece a esta agrupación y obtuvo en las elecciones para eurodiputados un 10% de los votos y 6 representantes.
Por otro lado, tenemos a Identidad y Democracia (ID), que aboga por un euroescepticismo más radical que el CRE y que tiene como miembros prominentes a la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, de cuya aplastante victoria ya hablamos, al FPÖ que ganó en Austria y hasta hace semanas incluía al alemán AfD, que fue expulsado del grupo debido a los comentarios filonazis de su cabeza de lista Maximilian Krah quien afirmó que “no todos los miembros de las SS eran criminales”.
Además, entre los partidos no inscritos en ningún grupo parlamentario europeo se encuentran los 15 eurodiputados que obtuvo el mencionado AfD en Alemania, que sacó el 16% de los votos y quedó en segundo lugar, y los 11 parlamentarios del partido húngaro Fidesz del primer ministro Viktor Orbán cuyo partido de derechas obtuvo el 44% de los votos en estas elecciones, además de otros menores como el innovador partido populista “Se Acabo La Fiesta” de España que obtuvo 5% de los votos y metió 3 representantes.
El CRE, que plantea un euroescepticismo moderado, ganó 11 bancas y se colocó como cuarta fuerza con 73 asientos mientras que Identidad y Democracia tras su reestructuración sumó 58 lugares. Si se suman las bancas del CRE, ID, la AfD, Fidesz y otros grupos derechistas menores como los del partido prorruso de Bulgaria se alcanza alrededor de 165 asientos, lo cual significaría ser la segunda fuerza. Esto parece se una tarea difícil debido a la gran diversidad de partidos y sus plataformas además de sus agendas nacionalistas que pueden chocar entre sí.
Hay varias conclusiones que podemos sacar una vez descripto este panorama. Por un lado, queda clara la posición de liderazgo obtenida por el PPE qué deberá elegir en cada votación si buscar la mayoría de 361 votos en una gran coalición con los socialdemócratas y los liberales de Renew Europe, como ha hecho en los últimos años, o voltear hacia la derecha e intentar ordenar a los numerosos y diversos partidos que obtuvieron representación.
En caso de elegir la última opción deberá hacer un fino juego de equilibrio ya que dentro del PPE hay muchos partidos cercanos al centro que podrían ser reticentes a aliarse a la derecha extrema. Lo más probable es que las alianzas se vayan tejiendo de forma específica para cada temática.
Sin embargo, la votación más importante donde el PEE deberá definir su estrategia es en la elección para presidente de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE responsable de la representación de la UE con otros organismos y Estados además de entre sus miembros; la implementación de políticas; la administración diaria; la propuesta de leyes y el establecimiento de agenda política y estratégica.
El proceso de elección es el siguiente: una vez finalizado el conteo definitivo y ya conformado el Parlamento, el Consejo Europeo, que está compuesto por los jefes de Estado o de Gobierno de los Estados miembros, propone un candidato. Para esta propuesta el Consejo debe tener en cuenta los resultados de las elecciones al Parlamento, lo que en la práctica significa que el candidato suele provenir del grupo político que ha ganado la mayoría de los escaños o que puede formar una coalición mayoritaria.
Aunque todavía no está del todo claro, todo indicaría que la actual presidenta de la Comisión Europa, la alemana Ursula von der Leyen, podrá renovar su mandato ya que es la principal candidata del PPE. La votación para nombrarla es secreta y si bien en 2019 la coalición del PPE, S&D y Renew Europe que la eligió sumaba 440 diputados finalmente obtuvo 383 votos.
“Somos el partido de la industria, somos el partido de las zonas rurales, somos el partido de los agricultores de Europa”, dijo recientemente en una entrevista a POLITICO Manfred Weber, líder del del PPE en el Parlamento Europeo.
Con una baja participación de menos de la mitad del padrón; grandes derrotas para el “establishment” europeo signadas por la estrepitosa caída de Macron y el tercer lugar obtenido por Scholz; y el avance de diversos partidos euroescépticos, el futuro político de Europa atraviesa un momento de incertidumbre crítica.