Europa está de vuelta en el escenario geopolítico. Recientemente, un artículo publicado en la revista Foreign Policy por Caroline de Gruyter postuló que la Unión Europea (UE) está volviendo al tablero internacional luego de entender las consecuencias de la guerra en Ucrania para su seguridad colectiva.
Históricamente, la Unión Europea había apostado por el establecimiento de la paz en el continente al calor de acuerdos comerciales e integración aduanera, monetaria y fronteriza. Esto se plasmó en el mayor proyecto de integración regional, el cual se cimentó desde fines de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de evitar que una nueva conflagración bélica estallara sobre el continente.
Si bien esta integración fue exitosa en el logro de su objetivo principal, desde el fin de la Guerra Fría, el continente estuvo viviendo hasta febrero del 2022 lo que muchos autores ahora catalogan como una “época de inocencia”. El gasto militar de la Unión en 1989 era del 2,45% del PBI. Por el contrario, el mismo alcanzó un piso del 1,32% en 2015, y solo experimentó una moderada suba al 1,53% en 2021.
Con la disminución de las posibilidades de una guerra abierta, el continente pudo disfrutar de las rentas de la paz destinando grandes cantidades de recursos, antes invertidos en Defensa, en otras cuestiones que se consideraron prioritarias, como la nueva infraestructura de países que se unieron al bloque, como España, Portugal, República Checa y Polonia, entre otros. No obstante, el cambio histórico que representa la vuelta del fantasma de la guerra al continente está obligando a los líderes europeos a volver sus ojos a los gastos en Defensa, llevando a cabo un planeamiento de su Seguridad Nacional en un sentido amplio y serio.
Los cambios han sido significativos. Alemania, por primera vez, publicó por primera vez una Estrategia de Seguridad Nacional, algo fundamental para un país todavía traumatizado social y políticamente por los hechos del siglo XX. La nueva estrategia alemana afirma que “Estamos reforzando la Bundeswehr como piedra angular de la defensa en Europa”. Sumado a esto, el comandante en Jefe del Ejército alemán, Alfons Mais, prometió que Berlín tendrá la división mejor equipada de la OTAN en Europa en 2025.
Estas promesas y compromisos tienen una potencia trascendental, puesto que parte de la idea de la Unión Europea reposaba en dejar gran parte de la seguridad continental en manos de los Estados Unidos, dentro del paraguas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Ahora, por el contrario, los europeos están tomando dimensión de la necesidad de ser partícipes necesarios de su propia defensa.
Sin embargo, los desafíos son muy grandes. Solo a modo de ejemplo, durante la Guerra Fría, todos los puentes europeos tenían carteles indicando su peso máximo, permitiendo un conocimiento certero del terreno para las unidades militares, facilitando el transporte de tanques y equipos pesados. Hoy, todos esos carteles han desaparecido. Los envíos de tanques de la UE a Ucrania han tenido que tomar desvíos de cientos de kilómetros frente a estos problemas logísticos.
Por otro lado, también a modo de ejemplo, Alemania, principal economía europea, no tiene una sola división de su Ejercito lista para el combate. Esto ilustra, en términos materiales, las dificultades que enfrenta el continente en general para generar una defensa y disuasión efectiva.
Los líderes europeos están tomando medidas concretas, como la protección de su prensa libre contra la desinformación, de su infraestructura crítica contra el sabotaje, de su mercado interno contra las empresas patrocinadas por países hostiles y de sus instituciones democráticas, además de compras de municiones en conjunto.
En este contexto, Estados miembros de la Unión, como Polonia, están anunciado masivos aumentos en sus gastos de Defensa. Esto le ha permitido ser el país con mayor gasto de Defensa de la OTAN, llegando al 3,9% de su PBI, muy por encima del 2% comprometido por la alianza. A su vez, los planes oficiales contemplan duplicar el tamaño de sus Fuerzas Armadas a 300.000 efectivos, y adquirir más de mil nuevos tanques.
Los países europeos están volviendo a ser jugadores en la escena militar, en particular en el marco de la institucionalidad de la Unión Europea. Este armado político que se ha especializado en ser más reactivo que propositivo antes diversas crisis, como la crisis migratoria de 2015, parece haber entendido que los tiempos de paz, comercio y fronteras abiertas están siendo gravemente cuestionadas. Con la incorporación de nuevos miembros a la OTAN, el consenso ahora es que el continente debe participar activamente en su Defensa y tratar seriamente las amenazas que un mundo en transición representa para su Seguridad Continental.