En su último discurso del Estado de la Unión, el pasado 13 de septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, afirmó que su mandato había tenido como objetivo encarar un programa para una Europa “verde, digital y geopolítica”.
Se trata de tres objetivos que van en línea con los principales temas que atraviesan hoy a la agenda de la política internacional: la transición energética, producto del cambio climático; la transformación digital, debido a la 4ta Revolución Industrial; y las actuales tensiones geopolíticas, por la competencia entre las grandes potencias.
Si esto no era suficiente para despertar los aplausos de los diputados europeos, la comisionada tenía una carta más. “Los mercados mundiales están inundados de autos eléctricos baratos provenientes de China, cuyo precio es mantenido artificialmente por grandes subsidios estatales”. Luego de esta afirmación, anunció el inicio de una investigación anti subsidios contra los autos eléctricos importados desde China. De repente, dos mundos -el del cambio climático y el de la geopolítica- que suelen ir por carriles separados, empezaron a encontrarse.
Las declaraciones de von der Leyen no deben tomarse a la ligera. Resalta, en mayor o menor medida,el principal problema que hoy atraviesa la Unión Europea, no solo a nivel económico, sino también geopolítico: la dependencia.
La guerra en Ucrania levantó el velo de un secreto a voces: Europa dependía demasiado del gas ruso. El ascenso de China y la competencia con Estados Unidos levantó otro menos evidente: Europa depende demasiado de China para alcanzar sus objetivos de desarrollo sostenible. Utilizando a Alberto Hutschenreuter, 30 años de menosprecio por la geopolítica tienen sus costos.
¿Qué tan profunda es esta dependencia? Antes de enarbolar una respuesta, la problemática de Europa no se reduce únicamente a los autos eléctricos y los subsidios del estado chino sobre su precio de venta. Uno podría decir que este es, relativamente, el menor de sus problemas. El fondo de la cuestión es lo que se encuentra dentro de estos autos eléctricos: baterías de litio y materiales o metales críticos. Ambos insumos no solo son lo que hacen funcionar a estos aparatos sino que son una de las piezas claves de la transición energética.
Energía, cambio climático y geopolítica: el objetivo de Europa, y también su peor pesadilla.
¿Qué posición ocupa entonces China en este sector? Entendiendo su valor estratégico, a principios de siglo y como parte de su plan de desarrollo tecnológico, China amasó una posición dominante en lo que refiere a la producción de baterías de litio y la industrialización de los minerales críticos utilizados en una buena parte de las actuales innovaciones tecnológicas.
La estrategia fue igual que la del 5G. Mientras la mayoría de los líderes en el sector automotriz continuaba con la producción de autos a combustión o con motores híbridos, China hizo un leapfrog o salto de rana a la siguiente generación.
Esto le ha permitido que, aunque no posee la mayores reservas de estos recursos en sus territorio -solo el 10%-, sus empresas se han hecho de una buena parte de los contratos de explotación en aquellos países que sí las poseen, como Australia, Chile y República del Congo.
Pero esto no es todo. China controla el 80% de la capacidad de refinamiento de estos recursos y el 73% de su capacidad productiva, seguido por Estados Unidos, únicamente con el 12%. Por último, el 80% de las baterías de litio salen de los puertos de Shanghái, Shenzhen y Guangzhou, ambos ubicados en territorio del gigante asiático. La llave de la transición energética, por tanto, está en Oriente.
El tour por Sudamérica de von der Leyen en junio de este año, el cual la vio pasar por Argentina y Chile, cobra otro significado. Los autos eléctricos son el árbol, las baterías de litio y los materiales críticos, el bosque.
¿Y el mercado automotriz? Para los autos eléctricos de origen chino, se pasó del 0.5% de la cuota de mercado europeo en 2019 al 8.2% en 2023. Si contamos que la mayor parte de las automotrices usan baterías de litio de este país, la penetración es mucho mayor. La frase “con el enemigo adentro” nunca fue tan literal.
Mientras en Europa leían el Fin de la Historia, en Beijing Weaponized Interdependence. Ambos lo aplican al pie de la letra.
Con este panorama, es muy difícil creer que Europa desconociera que China subsidia tanto la oferta como la demanda de autos eléctricos. El objetivo de Europa es no seguir profundizando aquello que mejor ha hecho en las últimas décadas, es decir, ser dependiente de otro. Ahora bien, esto abre una serie de preguntas: ¿Cómo interactúa la competencia geopolítica y la transición energética cuando esta última parece estar atada a la primera? O, dicho de otro modo, ¿cómo alcanzar la transición energética y la autonomía estratégica si China es tanto el proveedor de lo necesario para esa transición, como al mismo tiempo, un competidor estratégico? Europa, importadora de preguntas y exportadora de problemas.
Una potencial respuesta a estos interrogantes reside en un concepto conocido como De-risking. Según el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, el de-risking implica la resiliencia de las cadenas de valor frente a posibles coerciones de un tercer país.
Si les suena parecido a decoupling es porque es la segunda parte. Y en el cine las segundas partes nunca fueron buenas. El tercer país por supuesto no es otro que China. Así, la resiliencia de las cadenas de valor no es nada menos que la construcción de una propia. ¿Cuánto cuesta? Según Bloomberg, sólo para Europa, 100.000 millones de dólares. La interdependencia y el desprecio por la geopolítica paga costos altísimos.
Para Europa, el de-risking implica la formulación de una estrategia que combine la variable externa con la interna y le permita ser más resiliente frente a China.A nivel externo, una política de alianzas o al menos, de ciertas asociaciones o bloques. En junio de 2022, Estados Unidos impulsó junto a la Unión Europea y otros países la Minerals Security Partnership, la cual busca garantizar un suministro de litio y otros materiales críticos que no provengan de empresas chinas.
Varios problemas. El primero es que se securitiza un nuevo tema de la agenda que hasta hoy era de índole económica, así como el 5G, los semiconductores o, más recientemente, el gas ruso. En todos los casos, el resultado no fue otro que la disrupción de las cadenas de valores y sobrecostos a la hora de reemplazar a China o Rusia como proveedores. Para los objetivos de desarrollo sostenible, con una Europa que acaba de atravesar uno de sus peores veranos en la historia, securitizar esta cuestión no es una buena noticia. El clima no conoce de disputas de poder.
El otro problema es que, incluso si Europa pudiese asegurarse el suministro de litio y minerales críticos por fuera de China, mientras ésta controle el 80% de su capacidad de refinado y producción, la dependencia no desaparecerá. Si China considera que estos bloques desarrollan una política de balance perjudicial a sus intereses, está en condiciones de responder en los mismos términos.
¿Cómo? Cancelando contratos de refinamiento, o aún peor, prohibiendo la exportación de baterías a Europa. De la noche a la mañana, una parte del sector automotriz europeo quedaría paralizado. Para imaginar un poco el futuro, materiales críticos como el galio y el germanio ya están sujetos a controles de exportación por parte del Ministerio de Comercio chino.
A nivel interno, la Unión Europea sancionó en tiempo récord la Critical Materials Act, que busca impulsar la explotación, refinamiento y producción del litio y otros materiales críticos hacia adentro de las fronteras del bloque económico. En sus objetivos para 2030, busca minar un 10% de sus necesidades, procesar un 40% y reciclar un 15%. Objetivos que, a la luz de las pocas reservas de estos materiales que se encuentran en su territorio, parecen imposibles.
Esto sin mencionar lo dicho anteriormente, la construcción de una cadena de valor autónoma tiene un precio altísimo. ¿Tiene la Unión Europea los consensos internos necesarios para aplicar soportar semejante inversión? Una pregunta que hoy no tiene respuesta
Por último, y sobre la investigación sobre los autos eléctricos, la única salida de Europa parecen nuevamente las sanciones. Pueden ser efectivas sobre los marcas de origen chino pero mientras esta siga proveyendo las baterías a todo el sector automotriz, volvemos al problema anterior. Europa carece de un proveedor alternativo, no le dan los números para construir una cadena de valor propia y, si los tuviese, el reloj juega en su contra. El de-risking es una palabra muy bonita, pero hoy es inaplicable.
La guerra entre Rusia y Ucrania significó el fin de un ciclo de más de 30 años de interdependencia caracterizada por la globalización de los mercados mundiales, la cooperación interestatal y, sobre todo, cierta estabilidad hegemónica. Esto no implica el fin de la transición energética, pero sí de un modo de concebirla; es decir, a través de la cooperación y los esfuerzos mancomunados entre el estado, las empresas y la sociedad civil. El desarrollo sostenible tendrá tintes geopolíticos. Y para Europa, es no quedar otra vez atada a los destinos de otra superpotencia.