En su visita a China, comenzada el sábado pasado, Bruno Le Maire, ministro de Finanzas de Francia, abogó por una profundización en la relación comercial de su país con China alegando que “no hay posibilidad de que haya ningún tipo de desacoplamiento entre las economías estadounidense, europea y china“. Con “desacoplamiento” se refiere al término que los sectores más duros de los países occidentales usan para definir su política hacia el gigante asiático.
En vez de “desacoplamiento”, el ministro prefirió el término “de-risking”, o eliminación de riesgos para definir su posición. “No significa que China sea un riesgo… significa que queremos ser más independientes. No queremos darnos cuenta, como nos dimos cuenta durante la crisis de COVID, de que dependemos demasiado de algunos componentes muy específicos“, sentenció el ministro, mostrándose más moderado que algunos de sus pares europeos.
Los conversaciones comerciales giraron en torno a la agroindustria, las finanzas, la movilidad eléctrica y la industria de los cosméticos. En este último punto, ambas partes acordaron llevar a cabo reuniones para lidiar con las preocupaciones francesas acerca de los derechos de propiedad intelectual de sus industrias cosméticas líderes en el mundo, como L’Oreal o LVMH. Mejorar el acceso al mercado chino es uno de los objetivos franceses, que busca aumentar la exportación de manufacturas para nivelar un poco el gran déficit comercial con China.
El lunes, Le Maire viajó a Shenzhen, a la sede central de BYD, la empresa automotriz china que este año se volvió la número uno en ventas de automóviles en el mercado chino, el cual supo ser dominado por Volkswagen durante más de una década. Allí, el ministro se reunió con el CEO de la empresa automotriz, Wang Chuan-fu, para conversar sobre la posibilidad de abrir una fábrica de la marca en Francia.
La región de Altos de Francia es atractiva para la instalación de la misma debido a su cercanía a diversos puertos, las mega fábricas ya presentes en la zona y su ecosistema de contratistas. No obstante, el destino de la fábrica de BYD, la cual promete construir 800.000 autos eléctricos al año, todavía no está decidido: España, Alemania, Polonia y Hungría son otros potenciales candidatos.
BYD ha conducido su crecimiento de la mano de los automóviles eléctricos, algo muy atractivo para Francia como parte de la transición hacia la “movilidad verde”. A partir del primero de enero de este año, Francia introdujo un subsidio de 5.000 euros para los autos eléctricos que cuesten menos que 47.000 euros, lo cual motivó un crecimiento del 49% de las ventas de autos 100% eléctricos en el primer cuarto de este año con respecto al periodo anterior.
A este respecto, Le Maire afirmó que “en la transición climática, hay un lugar para la inversión china en Francia, lo que nos permite reforzar nuestras relaciones económicas y también acelerar la acción contra el calentamiento global”.
El ministro de finanzas también discutió la inversión de 1.600 millones de dólares de la fabricante de componentes eléctricos XTC destinada a lanzar una joint venture con la francesa Orano y abrir una planta en Dunkerque.
Cabe aclarar que, debido a que los fabricantes europeos de automóviles se concentraron por demasiado tiempo en los vehículos con combustible tradicional, la transición a los eléctricos tomará un buen tiempo. En este sentido, un primer paso importante es la construcción de una cadena de suministros local de baterías, controladores y motores eléctricos para lo cual inversiones como la de XTC son de suma relevancia.
En el último tiempo, Alemania, principal socio europeo de China en la Unión Europea, ha estado tomando posiciones más duras respecto al gigante asiático. Consecuentemente, esto crea una oportunidad para Francia. Según datos oficiales del 2022, China representa para Francia sólo el octavo destino de exportaciones y la séptima fuente de importaciones. En total, solo comerciaron alrededor de 72.000 millones de euros en 2022, cantidad superada en Europa por Italia, Países Bajos y Alemania.
Es por esto que, al contrario de países como Alemania o Estados Unidos, los cuales han endurecido sus posiciones discursivas buscando facilitar el “de-risking” y lograr una mayor independencia de sus economías respecto a la China, Francia todavía puede beneficiarse de aumentar el caudal de esa relación.
En lo que va del año, ya ha habido numerosas visitas mutuas entre miembros importantes del gobierno de ambos países. En abril, el presidente francés, Emmanuel Macron, se reunió con su par chino Xi Jinping en China y logró la firma de numerosos acuerdos económicos. Además, dos meses después, el primer ministro chino, Li Qiang, visitó al mandatario francés en París, reunión en la que se emitieron comunicados conjuntos con un lenguaje amistoso.