Los ciudadanos de la ex república soviética parecen desear un futuro europeo, oponiéndose fervientemente a un gobierno al que acusan de tener vínculos con el Kremlin. La semana pasada, el partido gobernante, Sueño Georgiano, anunció que suspendería las conversaciones para convertirse en miembro de la Unión Europea, un anhelo que los georgianos mantienen hace tiempo.
La decisión motivó a los ciudadanos a dirigirse al Parlamento y expresar su descontento con un gobierno que pone en peligro una aspiración georgiana de larga data, la integración con Occidente y el rechazo a la injerencia rusa. Esta discusión evidenció las disputas hacia el interior del gobierno, mientras que la Presidente de Georgia, Salomé Zourabichvili, quien está a favor de la adhesión a la Unión Europea, alentó a las miles de personas que se manifestaron, el Primer Ministro, Irakli Kobakhidze, dijo este lunes que no habrá negociación con la oposición, y sostuvo que las protestas son impulsadas desde el extranjero.
En cuanto a la suspensión de las conversaciones para ingresar a la UE, el Primer Ministro afirmó que se trata de una pausa para reconsiderar los términos de adhesión. Mientras tanto, los ciudadanos acusan al gobierno de abandonar su futuro europeo para regresar a la esfuera de influencia rusa. Por este motivo, desde la semana pasada, noche tras noche, miles de manifestantes se reúnen en las afueras del Parlamento portando banderas de la Unión Europea, enfrentándose a la policía, que trata de reprimir las protestas con cañones de agua y gas lacrimógeno.
Por el momento se reportan más de 100 efectivos policiales heridos, y los georgianos aseguran que los detenidos por las fuerzas de seguridad han sido brutalmente golpeados, muchos de ellos, teniendo que ser hospitalizados luego de ser interceptados por la policía. Mientras abogados y activistas de derechos humanos afirman que la policía ha cometido actos de brutalidad y abuso de autoridad, los partidarios del gobierno aseveran que los efectivos fueron atacados con piedras y fuegos artificiales.
Mientras tanto, las prolongadas manifestaciones causan preocupación en Moscú, donde empieza a asomar el fantasma del Euromaidán. Este último es el nombre que se le dió a la serie de manifestaciones y disturbios que tuvieron lugar en Ucrania en 2013, con protestas europeístas e independentistas que rechazaban la injerencia rusa. El episodio se desencadenó a raíz de la decisión de suspender un acuerdo de asociación entre Ucrania y la Unión Europea, en pos de fortalecer los vínculos con el Kremlin, y derivó en la huída del entonces presidente ucraniano Viktor Yanukovich, terminando con el gobierno prorruso.
En este sentido, desde el inicio de las manifestaciones en Georgia las comparaciones no tardaron en llegar. Una ex república soviética, un gobierno presionado por Moscú, y una ciudadanía que rechaza la influencia rusa y anhela un futuro europeo.