Japón registra una recuperación económica, caracterizada por un crecimiento en las exportaciones, la inversión empresarial y la estabilidad del mercado laboral. Con un Producto Interno Bruto (PIB) que aumentó un 2,8% anualizado en el cuarto trimestre de 2024, los resultados superaron las expectativas previas de los analistas, consolidando la competitividad internacional del país. Este crecimiento responde a la demanda de automóviles y maquinaria industrial, sectores relevantes en su estructura productiva.
El aumento de las exportaciones, que crecieron un 7,2% interanual en enero de 2025, han sido uno de los principales motores, impulsado por la venta de maquinaria, automóviles y productos tecnológicos. Además, el desarrollo de sectores estratégicos como la inteligencia artificial y la robótica, con inversiones de USD 3.000 millones anuales por parte de empresas como SoftBank y OpenAI, ha fortalecido la innovación y el empleo. La política monetaria flexible del Banco de Japón ha favorecido el acceso al crédito, mientras que el mercado laboral mantiene una tasa de desempleo del 2,4%. La reactivación del turismo también ha impulsado el sector servicios, contribuyendo al dinamismo económico.
Japón enfrenta un problema demográfico estructural, caracterizado por una población en envejecimiento y una baja tasa de natalidad. Según el Ministerio del Interior y Comunicaciones, en 2024 la población se redujo en 800.000 personas, mientras que más del 29% de los habitantes tiene 65 años o más. Con una tasa de natalidad de 1,26 hijos por mujer, muy por debajo del umbral de reemplazo generacional, la sostenibilidad del mercado laboral y el crecimiento económico a largo plazo representan un desafío. Sin embargo, la economía ha logrado expandirse mediante el incremento de la productividad, la automatización y la inversión en sectores de alto valor agregado.
A pesar de un déficit comercial de 2,76 billones de yenes, derivado del aumento en las importaciones energéticas, Japón ha diversificado sus socios comerciales y reforzado alianzas estratégicas con India y la Unión Europea; esto para no depender de la coyuntura política y económica de China o Estados Unidos. En esta misma línea Estados Unidos anunció la posible aplicación de aranceles recíprocos, lo que representaría un peligro para el sector automotriz, que constituye el 36% del total de exportaciones hacia EE.UU.. En respuesta, el primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, ha intensificado negociaciones para mitigar el impacto en la economía nacional.
En términos macroeconómicos, Japón ha enfrentado una inflación del 3,6% en diciembre de 2024, superando el objetivo del 2% fijado por el Banco de Japón. Ante esta situación, el Banco Central japonés está evaluando ajustes en su política monetaria,
con la posibilidad de incrementar las tasas de interés en 2025 para frenar el crecimiento de los precios y estabilizar la economía. A pesar de este desafío, Japón mantiene un superávit en cuenta corriente, respaldado por la recuperación de las exportaciones y la resiliencia del sector manufacturero.
En este contexto, Argentina ha buscado fortalecer sus relaciones comerciales con Japón, con el objetivo de ampliar sus exportaciones y atraer inversiones. En noviembre de 2024, una delegación encabezada por el entonces Secretario de Coordinación de Producción, Juan Pazo (actual titular de ARCA), mantuvo reuniones con autoridades japonesas para analizar posibles acuerdos comerciales en sectores como la agroindustria. Entre las conversaciones, se discutió la posibilidad de ampliar la compra de carne argentina, incluyendo menudencias como la lengua bovina, producto con demanda en el mercado nipón.
Además, el interés japonés en la minería argentina también ha crecido, con San Juan como una de las provincias que ha recibido atención de inversores. Empresas japonesas han explorado oportunidades en la extracción de minerales, en particular el litio, clave para la industria tecnológica. La demanda de recursos naturales en Japón ha aumentado, posicionando a Argentina como un proveedor estratégico de materias primas.
A pesar de los desafíos económicos que Japón ha enfrentado en las últimas décadas, el país ha demostrado una fuerte capacidad de recuperación. La estabilidad institucional, la inversión en tecnología y una política económica orientada a la diversificación han permitido sostener el crecimiento incluso en períodos de desaceleración. La continuidad de esta tendencia dependerá de su capacidad para adaptar sectores clave, como el automotriz y el tecnológico, a los cambios del mercado global, así como de solucionar su problema demográfico que afectan su estructura laboral.
Por Ramiro Cura