Radar Austral

La caída de las tasas de fertilidad crea problemas en América Latina

Los países de América Latina, que envejecen rápidamente, tendrán dificultades para pagar las pensiones y la atención médica.

Publicado el 24 de enero de 2024 por Rocco di Riscio
La caída de las tasas de fertilidad crea problemas en América Latina

En 2016, la tasa de fecundidad en América Latina descendió por debajo de los 2,1 nacimientos por mujer, cifra necesaria para mantener una población estable. Esta región experimenta una de las disminuciones más pronunciadas en las tasas de fertilidad a nivel mundial. Acompañado por el aumento en la esperanza de vida y los significativos niveles de emigración, principalmente de personas en edad laboral, surge un desafío importante para América Latina: el envejecimiento acelerado de la población.

Durante un período de 57 años, Estados Unidos presenció cómo su población de personas mayores de 65 años se duplicó, pasando del 10% al 20%. América Latina está a punto de atravesar una transición similar en tan solo 28 años. Este lapso de tiempo limitado deja poco margen para adaptarse a lo que Simone Cecchini, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU, denomina como un “cambio radical”.

Enfrentar los desafíos asociados con las considerables facturas de pensiones y atención médica se vislumbra como una tarea considerable. Asimismo, abordar el impacto negativo en el crecimiento económico generado por la disminución de la fuerza laboral constituirá otro reto significativo.

Las naciones con sistemas de beneficios definidos, como Brasil y Argentina, se enfrentan a crecientes desafíos financieros a medida que aumenta la cantidad de solicitantes. En el caso de Brasil, el déficit de pensiones actualmente representa el 2,6% del Producto Interno Bruto (PIB), y se estima que este porcentaje se elevará al 5,9% en el año 2060. Por otro lado, en países que adoptan sistemas de contribución definida, como México y Chile, los pensionados a menudo se encuentran con pagos limitados. La considerable cantidad de trabajadores informales en la región suele carecer de ahorros destinados a la jubilación. En este sentido, el 82% de los salvadoreños no contribuye a un plan de pensiones ni realiza ahorros independientes para la vejez, según datos proporcionados por el banco central del país.


Frecuentemente, la solución a estos desafíos implica proporcionar asistencia financiera directa a la población de la tercera edad. Sin embargo, esta estrategia está experimentando dificultades económicas. En el año 2024, casi el 25% del presupuesto federal de México se destinará a la “pensión del bienestar”. Se proyecta que para el año 2050, el número de personas mayores de 65 años elegibles para recibir este beneficio se duplicará.

La prestación de atención médica a la población anciana presenta desigualdades significativas. En varios países latinoamericanos, la falta de servicios específicamente diseñados para personas mayores es evidente, llegando al extremo de carecer por completo de ellos. La escasez de residencias públicas para ancianos en la región es notable, y las opciones privadas resultan costosas. Históricamente, las familias han asumido el cuidado mutuo. No obstante, esta dinámica se vuelve cada vez más complicada a medida que más mujeres, quienes solían culturalmente ser las cuidadoras principales, consiguen trabajos mejor remunerados o simplemente optan por no proporcionar atención.

El crecimiento de los gastos relacionados con el envejecimiento de la población llevará a que los compromisos financieros de los gobiernos de América Latina superen sus ingresos en un 3,8% para el año 2065, según una investigación realizada por Carola Pessino y sus colegas del Banco Interamericano de Desarrollo. En comparación, esta brecha es del 1,7% en la Unión Europea.

Para aquellos países con elevadas tasas de natalidad, como Bolivia, maximizar este potencial podría ser beneficioso. Sin embargo, lograrlo con éxito se presenta como un desafío en la región. En su mayoría, los países latinoamericanos no han capitalizado plenamente el aumento de la población en edad laboral, principalmente debido a la dificultad para proporcionar empleo decente a los jóvenes. Por ejemplo, en Costa Rica, la tasa de desempleo juvenil alcanza el 27%. El trabajo informal desempeña un papel significativo, ya que es común abandonar la escuela para aceptar empleos temporales e informales. Esta práctica conlleva la pérdida de habilidades necesarias para integrarse al mercado laboral formal cuando termina el trabajo temporal. Fomentar una mayor permanencia de los niños en la escuela podría generar beneficios para toda la región.

En situaciones en las que el número de dependientes está próximo a superar a la fuerza laboral, se requiere un enfoque distinto. Aumentar la edad de jubilación se presenta como una medida sensata. Brasil, a partir de 2019, inició un proceso gradual de aumento de la edad de jubilación desde mediados de los 50 años, estimando un ahorro de 200.000 millones de dólares para 2029. Sin embargo, se anticipa que será necesario ir más allá en el futuro. Uruguay también implementó cambios elevando la edad de jubilación de 60 años el año pasado, y reformas similares entraron en vigor en Costa Rica el 12 de enero.

Los países latinoamericanos podrían mejorar su situación impulsando la productividad y haciendo la región más atractiva para la población en edad de trabajar, tanto para posibles inmigrantes como para emigrantes. Existe un margen significativo para mejorar, dado que la productividad de América Latina se sitúa como la segunda más baja entre todas las regiones del mundo, solo superada por Oriente Medio. Resulta crucial reformar los sistemas educativos que no logran proporcionar a los jóvenes las habilidades necesarias. Atraer migrantes puede resultar más desafiante debido al lento crecimiento económico regional y las crecientes tasas de homicidios, factores poco atractivos.

La posibilidad de que las mujeres sean fértiles de manera diferente no es para descartar. Actualmente, la tasa de participación laboral femenina en la región se sitúa en un 51%, en contraste con el 59% en Asia Oriental y el Pacífico. No obstante, la capacidad de las mujeres para trabajar depende de la disponibilidad de empleos adecuados y de un mercado que ofrezca servicios de cuidado asequibles para ancianos y niños, quienes son responsabilidad de las mujeres en la actualidad.

Históricamente, las mujeres en América Latina han tenido la capacidad de decidir cuántos hijos tener, una libertad que ha sido una gran ventaja. Sin embargo, en la actualidad, también necesitan más y mejores opciones en cuanto al cuidado de sus familiares. Esta mejora en las opciones de cuidado podría contribuir significativamente a que América Latina aborde los desafíos asociados al rápido envejecimiento de la población.

Compartí tu opinión