En los últimos años, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa de los Estados Unidos, conocida como DARPA, ha enfocado su atención en la Luna con varias iniciativas.
El programa NOM4D, lanzado en 2021, se centra en tecnologías para la fabricación orbital lunar, mientras que el LOGIC busca establecer directrices operativas para la infraestructura lunar. Además, DARPA está llevando a cabo el estudio LunA-10 para desarrollar una infraestructura lunar integrada con “uso pacífico de Estados Unidos e internacional”.
Aunque DARPA señala que LunA-10 y NOM4D son esfuerzos separados pero complementarios, surge la interrogante sobre si estas investigaciones tecnológicas lunares, respaldadas por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, podrían generar preocupaciones y acciones de otras naciones para militarizar la Luna.
El trabajo diversificado de DARPA parece alinearse con el Tratado del Espacio Ultraterrestre de las Naciones Unidas de 1967, que prescribe un uso exclusivamente pacífico de la Luna y otros cuerpos celestiales. Los Acuerdos Artemis, liderados por Estados Unidos, refuerzan estas normas y buscan fomentar un comportamiento pacífico en la Luna, como establece el mismo tratado de la ONU. La República de Angola se convirtió recientemente en el 33º país y el tercer país africano en firmar los Acuerdos Artemis el 30 de noviembre.
Peter Garretson, un investigador principal en estudios de defensa en el American Foreign Policy Council, señala que el proyecto de DARPA parece estar cuidadosamente diseñado para impulsar una exitosa industria lunar comercial en una década, enfocándose en actividades pacíficas. Además, destaca la transparencia de DARPA al publicar sus resultados y su colaboración estrecha con la NASA para apoyar sus ambiciosos objetivos lunares a Marte.
Garretson resalta la diferencia de enfoque entre DARPA y la NASA, indicando que DARPA busca catalizar una industria autosostenible, alineándose con la Estrategia Nacional Cislunar de la Casa Blanca. Aunque ninguna agencia del Departamento de Defensa ha articulado planes para la participación directa en la superficie lunar, la preocupación sobre las intenciones de actores no estadounidenses en la Luna está en aumento.
En su informe de 2023 al Congreso, la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad entre Estados Unidos y China destacó que China busca controlar el acceso a la Luna con objetivos estratégicos. El informe subraya los esfuerzos de Beijing para establecer una presencia a largo plazo en el espacio, priorizando el dominio cislunar, es decir, el espacio entre la Tierra y la Luna. Según la comisión, la creencia militar estadounidense considera el espacio cislunar como un dominio crucial para colocar activos espaciales más allá de la órbita terrestre baja y geoestacionaria, facilitando la construcción de infraestructuras para una presencia a largo plazo en la Luna y otros lugares.
El informe también menciona las preocupaciones de seguridad relacionadas con el programa de exploración lunar de China, enfocándose en el uso de órbitas alrededor de la Luna, como el punto de Lagrange L2 entre la Tierra y la Luna. Se destaca la posibilidad de que China, al colocar un satélite en la órbita halo L2, pueda volar hacia el lado lejano de la Luna y atacar satélites estadounidenses en órbita geoestacionaria, según expertos citados en el documento.
Bleddyn Bowen, profesor asociado en astropolítica y guerra espacial en la Universidad de Leicester en el Reino Unido, no concuerda con la idea de utilizar la Luna con fines militares. Según él, la Luna carece de utilidad militar, y aunque prevé un aumento de actividad en la Luna, sostiene que será necesario desarrollar más infraestructura para respaldar y coordinar el tráfico, el ancho de banda de las comunicaciones, y posiblemente para cumplir con el Tratado del Espacio Ultraterrestre de las Naciones Unidas, dependiendo de la interpretación de quienes lo monitoreen. Bowen enfatiza su esperanza de que la Luna permanezca militarmente inútil.
Bowen advierte que el desarrollo de tecnologías lunares por parte de organizaciones militares como DARPA puede enviar un mensaje equívoco, siendo una cuestión de “óptica política” y “mensajes políticos”. Advierte sobre el riesgo de crear una profecía autocumplida al introducir posibles temores e intereses militares en la Luna, lo que podría provocar respuestas similares por parte de otras naciones, especialmente China. El experto sugiere que si la NASA lidera o empresas privadas actúan en nombre de la agencia espacial, se percibe como de naturaleza civil, evitando riesgos innecesarios de militarización, ya que la mayoría desea mantener la Luna libre de conflictos.
En cuanto a la Fuerza Espacial de EE. UU. dirigiendo su atención hacia la Luna, Bowen considera que es una distracción, ya que cree que la Fuerza Espacial debería centrarse en la órbita terrestre y en el apoyo a las fuerzas militares de EE. UU. en la Tierra, donde percibe amenazas reales por parte de China, concluyendo que estas amenazas se encuentran en la Tierra y en la órbita, no en la Luna.
Daniel Deudney, profesor de ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad Johns Hopkins y autor de “Dark Skies”, considera que el interés militar en el espacio cislunar y la Luna representa una “nueva anormalidad”, comparándola con lo peor de los años 50. Se muestra escéptico sobre la empresa lunar de la NASA, específicamente la extracción de agua de cráteres sombreados para combustibles de cohetes, señalando que carece de evaluaciones independientes sobre costos y consecuencias factibles.
Deudney critica la aparente falta de viabilidad y el elevado costo de esta iniciativa, especialmente en medio de crecientes desafíos ambientales en la Tierra, como las sequías relacionadas con el cambio climático. Aunque no se opone a la idea de una base lunar con propósitos científicos, propone que debería ser un proyecto internacional similar a la Antártida, enfocado en la investigación conjunta y el reconocimiento sistemático de la Luna antes de iniciar cualquier actividad extractiva. Aboga por la suspensión de reclamaciones de recursos y la creación de zonas de exclusión, siguiendo los principios establecidos en los Acuerdos Artemis.