El tsunami de escándalos de corrupción en el Partido Liberal Democrático (LDP) no da tregua a la débil imagen pública del primer ministro Fumio Kishida.
Lo que comenzó en diciembre pasado como un escándalo de malversación de fondos provenientes de eventos de fundraising, que llego a forzar la salida de varios ministros del gabinete de Kishida, explotó a fines de marzo cuando un panel del LDP encargado de auditar a las facciones internas recomendó a Ryu Shionoya (ex ministro de educación) y Hiroshige Seko (ex secretario general de la Cámara Alta de la Dieta) abandonar el partido.
Cabe destacar que, en caso de que ambos rechacen dicha recomendación o no completen una petición para apelar el fallo, serán expulsados automáticamente del LDP, venciendo dicho plazo el 14 de abril. Si eso sucediera, quedarían excluidos de cualquier recomendación del partido para puestos ministeriales, ayudas económicas durante elecciones o formar parte de las listas de candidatos en las elecciones de 2025.
El grueso de los escándalos salió a la luz a fines de 2023 cuando un profesor universitario encontró discrepancias en declaraciones de fondos de las facciones del LDP y presento una denuncia, que hizo poco más que golpear la reputación de Kishida que recientemente había salido de la polémica de los vínculos del LDP con la Iglesia de Unificación (considerada como una secta), la caída de un sistema nacional de documentos de identidad y un disgusto del electorado con subas de impuestos destinadas a financiar ampliaciones del gasto de defensa.
En la política japonesa estos escándalos son comunes por la estructura de facciones adentro del LDP, una característica clave del armado político desde su fundación, donde existen “mini partidos” adentro del partido; pero los últimos casos son especialmente polémicos, especialmente un episodio reportado por el periódico Sankei, donde el capítulo de Wakayama del LDP presidió un evento para la división juvenil del partido que, además de incluir malversación de fondos, vio involucradas a cinco bailarinas, continuado por el affaire de un senador con una saxofonista canadiense. Ambos casos resultaron en la dimisión de varios miembros del partido de su jerarquía.
Múltiples facciones del LDP, incluida la del ex primer ministro Abe, son acusadas de haber violado la ley de fondos políticos por haber ocultado cientos de millones de yenes (millones de dólares) obtenidos de la venta de entradas a colectas de fondos mientras que dicho dinero termino en manos de diputados en concepto de sobornos por exceder las cuotas en las ventas de dichas entradas.
Varias encuestas reflejaron que el publico no esta conforme con el desempeño del LDP, con una encuesta de Jiji Press revelando que el apoyo a Kishida cayó a un 14,6%, el nivel más bajo desde 1960.
Estos escándalos no solo muestran la incapacidad del LPD, el partido dominante durante los últimos 70 años, para reformarse y rejuvenecerse ante una sociedad cada vez más apática a su mandato, sino la escasa habilidad de una oposición débil para tomar provecho de la puerta giratoria que se volvió el puesto de primer ministro desde el retiro de Shinzo Abe en 2020 y su posterior asesinato en 2022.
Mientras el LDP se enfrasca en una lucha interna por reformarse (o al menos lo intenta), Kishida intenta proseguir con el legado de Shinzo Abe mientras disciplina a su partido, aunque los rumores de renuncia antes de septiembre de este año empiezan a resonar en periódicos locales.
Aunque Kishida es el primer ministro con mas tiempo en el cargo desde la muerte de Abe, el contexto es muy diferente a cuando asumió el cargo. China esta mas asertiva y activa, Donald Trump podría volver al Salón Oval, y la economia japonesa sigue golpeada, con un yen muy devaluado y una sociedad que parece haber perdido la confianza en su gobierno.