Mientras que los ojos del mundo están en Gaza y Ucrania, hace poco más de un año que Sudán atraviesa una guerra civil de gran magnitud, afectando a millones de personas. El conflicto que comenzó en abril de 2023 tiene como protagonistas a dos facciones principales: Las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS), bajo el mando del presidente de facto Abdel Fattah al-Burhan combaten contra las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo, acusadas de estar llevando a cabo una “limpieza étnica”. Curiosamente, ambos líderes fueron aliados durante el levantamiento contra el exdictador sudanés Omar al-Bashir en 2019, llevando a su ejecución. Sin embargo, hoy se enfrentan por el vacío de poder.
Si bien los principales apuntados son las FAR, se acusa a ambos bandos de cometer crímenes de guerra. Funcionarios estadounidenses estiman unos 150.000 muertos a causa del conflicto. Además, las Naciones Unidas denuncian una crisis de desplazados sin precedentes, donde más de 10 millones de personas fueron forzadas a abandonar sus hogares. Adicionalmente, hay un creciente problema de inseguridad alimentaria que afecta a más de la mitad de la población (24,5 millones de personas).
La jefa humanitaria de la ONU en Sudán, Clementine Nkweta-Salami comentó sobre la situación que se vive en el país: “Llevamos 16 meses de este conflicto y no vemos un fin a la vista, lo único que vemos es guerra, hambruna y enfermedad”.
Aprovechando este contexto de inestabilidad, actores como Rusia y los Emiratos Árabes Unidos buscan ganar poder en el territorio, motivados por sus intereses. Es de público conocimiento que África es un continente rico en minerales, y Sudán no es la excepción. Es uno de los países africanos más ricos en términos de recursos naturales, cuenta con vastas tierras fértiles y variedad de ganado, además de poseer importantes reservas de petróleo, gas y agua, es uno de los mayores productores de oro de la región.
Aparte de sus riquezas naturales, Sudán representa un punto estratégico gracias a su ubicación en el Mar Rojo ya que está cerca del Canal de Suez, una ruta vital para el comercio internacional. El Mar Rojo es crucial para la visión 2030 de Arabia Saudita, que busca un marco estratégico para reducir la dependencia del país del petróleo y diversificar su economía. Un componente clave de este plan es el desarrollo de infraestructura turística en el Mar Rojo para atraer turistas internacionales. En cuanto a los intereses de Rusia, el año pasado, previo al comienzo de la guerra obtuvo la aprobación de la junta militar de Sudán para construir una base naval en Puerto Sudán. Esto afirmaría la presencia de los rusos en el Mar Rojo, potencialmente ejerciendo mayor control sobre el Canal de Suez. La cuestión es que tal acuerdo solamente podría entrar en vigor cuando lo adopte el por ahora inexistente órgano legislativo de Sudán, que podría ser creado únicamente en un contexto de mayor estabilidad.
Por otro lado, Amnesty Internacional y Human Rights Watch han informado que están proliferando armas procedentes de países como China, Irán, Turquía, Rusia y los Emiratos Árabes Unidos, incrementando los llamados para un mayor embargo de armas. A su vez, funcionarios en Puerto Sudán afirman que las FAS están siendo financiadas en parte por las exportaciones de oro, así como por lo que quedó del vasto conglomerado empresarial del ejército sudanés, todo apoyado por el suministro de petróleo ruso. Según LSEG data, desde el inicio de la guerra, Rusia ha entregado ocho cargamentos de productos petrolíferos, en su mayoría diésel. Por otro lado, los expertos de la ONU creen que las FAR cuentan con el apoyo de los Emiratos Árabes Unidos (EAU). La embajadora de los Estados Unidos en la ONU declaró: «Sabemos que ambas partes están recibiendo apoyo -tanto con armas como como de otro tipo – para impulsar sus esfuerzos por continuar destruyendo Sudán”. A pesar de que los EAU niegan estar involucrados en el conflicto, un documento de las Naciones Unidas ha presentado lo que se describe como evidencia «creíble» de que Abu Dabi efectivamente está suministrando armas.
La guerra también trae consecuencias para actores regionales, especialmente para los países vecinos de Sudán: Etiopía y Egipto. Ambos países se encuentran en una disputa por el acceso a las aguas del río Nilo. El problema recae en que Etiopía está llevando a cabo la construcción de la Gran presa del Renacimiento etíope, que podría afectar el acceso de Egipto al río, el cual cubre el 90% de sus necesidades de agua. Los etíopes han rechazado sistemáticamente las demandas de Egipto y Sudán de llevar a cabo un acuerdo vinculante sobre las normas de llenado y distribución de agua de la presa. Un conflicto prolongado en Sudán podría complicar las negociaciones del Nilo y desatar un conflicto regional a mayor escala. Incluso, en julio de 2023, Etiopía pidió el despliegue de una fuerza de África Oriental en Sudán para “proteger a los civiles”.
Si bien la información concreta es escasa, ya que estas operaciones tienden a realizarse por las sombras, es de público conocimiento que en el escenario internacional los actores se rigen por intereses, y buscan sacar provecho de todas las situaciones que les otorguen mayor poder e influencia, incluso a costas de la guerra. Por otro lado, resulta lamentable que los medios tradicionales pasen por alto un conflicto de tal magnitud, considerando las implicancias que este acarrea para la estabilidad regional y el balance de poder a nivel global.