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La renuncia de Kishida y la persistente inestabilidad en la política japonesa

La política japonesa se encuentra de nuevo ante otro capítulo de incertidumbre con la decisión de Fumio Kishida de no postularse para un nuevo mandato como líder del Partido Liberal Democrático (PLD) y, por ende, como primer ministro.

Publicado el 15 de agosto de 2024 por Lautaro Bermudez
La renuncia de Kishida y la persistente inestabilidad en la política japonesa

La política japonesa se encuentra de nuevo ante otro capítulo de incertidumbre con la decisión de Fumio Kishida de no postularse para un nuevo mandato como líder del Partido Liberal Democrático (PLD) y, por ende, como primer ministro. El anuncio no solo marca un cambio en el liderazgo del partido, sino que también refleja la continua inestabilidad política que viene afectando a la potencia asiática desde el asesinato de Shinzo Abe en 2022.

Kishida, quien asumió el cargo en octubre de 2021, viene liderando a Japón en un contexto global y regional cada vez más problemático. En este sentido, bajo su liderazgo, Japón casi duplicó su gasto en defensa, con el objetivo de contrarrestar las amenazas de China, Corea del Norte y una Rusia cada vez más hostil desde el estallido de la guerra en Ucrania.

Sin embargo, a nivel doméstico, Kishida no logró tener el mismo éxito. Su popularidad se desplomó a mínimos históricos debido a una combinación de escándalos políticos y una inflación persistente que erosionó el poder adquisitivo de los ciudadanos. En su punto más bajo, el índice de respaldo de Kishida cayó al 15 %, el nivel más bajo registrado por un primer ministro japonés desde 2012.

Kishida decide no participar en la carrera para continuar como Primer Ministro de Japón

El anuncio de Kishida de que no buscará la reelección como líder del PLD abre la puerta a una nueva etapa en la política japonesa, aunque esta nueva etapa está marcada por la incertidumbre. «Debemos mostrar al pueblo un PLD que se renueva, que renace», declaró Kishida al justificar su decisión. Aunque su mandato como primer ministro no expira hasta 2025, su presidencia del PLD concluye en septiembre, lo que obliga al partido a elegir un nuevo líder antes de esa fecha. El nuevo líder del PLD, en virtud de la amplia mayoría parlamentaria del partido, se convertirá automáticamente en el próximo primer ministro de Japón.

Entre los posibles sucesores se encuentran figuras como el exministro de Defensa Shigeru Ishiba, el ministro de Digitalización Taro Kono, la ministra de Seguridad Económica Sanae Takaichi, y el exministro de Medioambiente Shinjiro Koizumi, hijo del popular ex primer ministro Junichiro Koizumi. Si bien estos candidatos tienen diferentes perfiles y enfoques, ninguno logró emerger como favorito, y estala falta de un sucesor claro y unificado dentro del partido agrava aún más la inestabilidad política que vive Japón.

Kishida, de 67 años, lideró al país en un período de crecientes desafíos, tanto internos como externos. Aunque pudo implementar una reforma histórica en materia de defensa, su gobierno no logró resolver algunos de los problemas más urgentes de Japón, como el descenso de la natalidad y el envejecimiento de la población, que amenazan la sostenibilidad del sistema de seguridad social del país.

La inestabilidad de la política japonesa continúa

Desde la muerte de Shinzo Abe, el PLD viene luchando por encontrar un equilibrio. Abe fue una figura unificadora dentro del partido, y su ausencia dejó un vacío difícil de llenar. La facción conservadora, que alguna vez fue dominante bajo su liderazgo, perdió bastante fuerza, especialmente tras el escándalo de financiación irregular que afectó a varios de sus líderes clave.

La falta de un sucesor claro dentro del PLD agrava la situación. Mientras que figuras como Ishiba, Kono y Takaichi intentan consolidar su posición, la fragmentación dentro del partido es evidente. La renuncia de Kishida no solo es un reflejo de esta inestabilidad, sino también un reconocimiento de que se necesita un nuevo liderazgo para afrontar los problemas que el país tiene por delante.

Además de los desafíos económicos y demográficos, el próximo líder de Japón deberá lidiar con un entorno de seguridad cada vez más difícil. El auge militar de China, los avances en armamento de Corea del Norte y las tensiones con Rusia son amenazas que no pueden ser ignoradas.

Durante su mandato, Kishida aprobó una reforma histórica en defensa que incluye la adquisición de capacidades militares con las que Japón no contaba desde la Segunda Guerra Mundial. No obstante, estas reformas requieren de un fuerte financiamiento, y el gobierno actual no ha definido cómo se cubrirán estos costos. El nuevo primer ministro tendrá la difícil tarea de encontrar un equilibrio entre fortalecer la defensa del país y manejar las finanzas públicas de manera sostenible.

El rumbo de Japón en los próximos años dependerá en gran medida de quién asuma el liderazgo en el PLD, y de su capacidad para abordar los problemas que erosionaron la confianza en el gobierno actual. Mientras tanto, el país se prepara para hacer frente a un nuevo capítulo en su historia política, uno que podría definir su papel en el escenario global en los años venideros.

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