La creciente competencia por el control de los recursos naturales ha impulsado a las grandes potencias a mover fichas globalmente, preparándose para futuros enfrentamientos por rutas estratégicas, recursos vitales y las nuevas tecnologías.
En este contexto, el Ártico no se ha quedado atrás. Esta región históricamente poco explorada, alberga inmensos recursos sin explotar que ahora están en el centro de la atención mundial. Rusia y China han mostrado un interés creciente en las nuevas rutas polares, con objetivos tanto comerciales como militares. Desde 2017, ambos países han intensificado su cooperación en la región, año en el que Xi Jinping presentó la “Ruta de la Seda Polar”, un proyecto que integra el Ártico en la más que conocida Iniciativa de la Franja y la Ruta.
Una conocida frase sostiene que “Estados Unidos se hace grande en la guerra mientras que China se hace grande en la paz”, en referencia a la diplomacia económica del gigante asiático, que ha sido beneficiosa en su ascenso global. Esta estrategia, que tradicionalmente se enfocaba en regiones convencionales, ahora se extiende a todo el globo, incluido el Ártico. De igual modo, si esta estrategia tradicionalmente se enfocaba en la expansión de influencia mediante el comercio, todo parece indicar que el poder militar tendrá cada vez más importancia a futuro.
A pesar de no compartir fronteras con esta región, China se ha autodenominado “potencia cercana al Ártico”, expandiendo su flota polar con la incorporación de un cuarto rompehielos. Por su parte, Rusia posee la mayor flota ártica del mundo, compuesta por más de 40 rompehielos, incluidos siete propulsados por energía nuclear. A pesar de que gran parte de sus recursos están ocupados con el conflicto con Ucrania, Rusia no ha perdido de vista sus objetivos a largo plazo en el Ártico, reforzando su presencia con el despliegue de nuevos rompehielos equipados con misiles.
Esta expansión polar de China y Rusia ha generado inquietud en los países occidentales, que ven en ella una amenaza directa a su influencia en una región cada vez más estratégica.
En respuesta, la reciente firma del ICE Pact (Icebreaker Collaboration Effort) entre Estados Unidos, Finlandia y Canadá representa una maniobra estratégica de la OTAN para contrarrestar la creciente influencia de Rusia y China en el Ártico. Este pacto, anunciado en julio de 2024 en el marco de la cumbre de la OTAN, tiene como objetivo fortalecer la capacidad de los países occidentales en la construcción de rompehielos, herramientas esenciales para navegar en las extremas condiciones árticas.
El ICE Pact tiene como finalidad remediar la desventaja en la que se encuentran los países occidentales frente a la superior capacidad de rompehielos de Rusia y China. Finlandia y Canadá –este último con la segunda flota de rompehielos más grande del mundo después de Rusia– aportan su vasta experiencia y capacidad técnica al acuerdo. Estados Unidos, que actualmente cuenta con solo dos rompehielos operativos, ve en este pacto una oportunidad para acortar la brecha con Rusia y China en esta importante región.
El pacto, además de incluir la construcción de entre 70 y 90 nuevos rompehielos en los próximos 10 años, considera la cooperación y el intercambio de información y tecnología entre los países participantes como algo vital. Este enfoque, similar al modelo de cooperación AUKUS en el Indo-Pacífico, tiene el objetivo de fortalecer la capacidad industrial de los países miembros, enviando un claro mensaje de resistencia a Rusia y China.
El ICE Pact representa un capítulo más en el juego por el poder mundial. Esta vez el escenario de juego es el Ártico, una región muy rica en recursos y con rutas marítimas emergentes con grandes protecciones a futuro. El pacto está abierto a la participación de otros países aliados, lo que podría ampliar significativamente la coalición occidental en el Ártico.
En un mundo cada vez más dividido en esferas de influencia, la capacidad de Occidente para mantener su dominio en regiones críticas como el Ártico será crucial para su futuro.