La autoproclamada República de Artsaj, la entidad política que crearon los secesionistas de la región del Nagorno-Karabaj, ha anunciado el final de su existencia. Su presidente, Samvel Shahramanyan, ha firmado un decreto que plantea la disolución de todas las instituciones públicas para el 1 de enero de 2024.
A su vez, Shahramanyan también señaló que ha tenido en cuenta el acuerdo alcanzado con la mediación del contingente ruso de mantenimiento de la paz, en el que se acordó que todos los residentes de Nagorno Karabaj, incluyendo a los militares que han entregado sus armas, tendrán acceso libre, voluntario y sin obstáculos al corredor de Lachín hacia Armenia.
Esta decisión tiene lugar poco después de la detención del ex primer ministro de Artsaj, Ruben Vardanyan, quien fue acusado de cruzar ilegalmente la frontera y de financiar el «terrorismo«. El cargo de financiación de terrorismo le acarrearía una pena de hasta 20 años de prisión.
«La abrumadora mayoría de la gente aquí no quiere vivir como parte de Azerbaiyán”, aseguró el pasado 21 de septiembre David Babayan, asesor de Samvel Shahramanyan. «Esta es una de las páginas más oscuras de la historia armenia(…). Toda la historia de Armenia está llena de dificultades”, lamentó Babayan.
El enclave, internacionalmente reconocido como parte del territorio de Azerbaiyán, pero poblado por una mayoría étnicamente armenia, se autoproclamó independiente en 1991, en medio de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Un año después, pasó a autodenominarse República de Artsaj, haciendo de Stepanakert, su ciudad más grande, su capital. Desde entonces, la región ha funcionado con un gobierno autónomo respaldado económica, política y militarmente por Armenia.
Además, más de la mitad de los armenios que habitan en la región de Nagorno Karabaj han abandonado ya el enclave y han emigrado a Armenia, en un éxodo masivo que se espera que ronde las 120.000 personas. Según el gobierno armenio, en concreto, más de 70.500 armenios del Nagorno-Karabaj han llegado a Armenia hasta este jueves.
Todo esto llega producto de una operación militar en la región de Nagorno-Karabaj emprendida por Azerbaiyán el pasado 19 de septiembre. Las fuerzas del Nagorno-Karabaj se rindieron un día después, el 20 de septiembre, acabando así con una operación que dejo un saldo de al menos 200 fallecidos, según las autoridades del enclave. Tras ello, Bakú aseguró haber “recuperado” la soberanía de la zona.
Inmediatamente después de comenzada la operación, el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, anunció que no iría a la guerra con Azerbaiyán, lo cual ha generado un enorme malestar en diversos sectores de la sociedad armenia, que decidió manifestarse en las calles en contra de la decisión de Nikol Pashinyan frente a la sede de su gobierno, incluso pidiendo la renuncia del mandatario.
Nikol Pashinyan ha estimado que, «en los próximos días«, no quedarán armenios étnicos en Nagorno Karabaj denunciado una amenaza de «limpieza étnica«. El gobierno azerí, en respuesta, ha asegurado que su intención es que la población del enclave se integre en el país como una más de sus minorías étnicas, y ha iniciado conversaciones con los dirigentes de la República de Arstaj.
Al mismo tiempo, sin embargo, ha reabierto el corredor de Lachín, que comunica el Nagorno-Karabaj con Armenia, facilitando así la salida de los armenios. Además, es sabido que los armenios no confían en las promesas de Bakú.
Por su parte, la portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Shabia Mantoo, ha declarado en Ginebra que “nos preocupa mucho el rápido aumento del número de refugiados que han escapado a Armenia, hay largas colas en la frontera y las llegadas continúan”.
Las autoridades armenias están proporcionando alojamiento temporal, en hoteles, hogares sociales y escuelas, a quienes no tienen familiares en este país. «Con temperaturas bajo cero por la noche y alojamiento limitado, se necesita urgentemente ayuda de emergencia«, ha añadido la portavoz de ACNUR.