Los materiales críticos se han transformado en el último tiempo en uno de los sectores más importantes de la economía global. Su relevancia reside, justamente, a que se encuentran en gran parte de los bienes que consumimos a diario tanto las personas como los Estados, sean celulares, autos eléctricos, paneles solares, turbinas de viento e, incluso, misiles intercontinentales. En términos simples, no hay revolución tecnológica ni transición energética posible sin estos materiales.
En un mundo globalizado, en donde el comercio fluctúa de manera libre a través de las fronteras y las cadenas de suministros son eficientes, las preguntas alrededor de estos materiales exceden su valor de mercado. Se trata de un nuevo incentivo para el retorno de las políticas industriales.
En un mundo caracterizado por el riesgo, la competencia y las recurrentes crisis, estos materiales dejan de ser un mero recurso económico para ser un recurso de poder. Así las cosas, su extracción, refinamiento y producción pasan a ser una cuestión de seguridad nacional, obligando a los actores estatales a diseñar y formular políticas y estrategias que garanticen un suministro seguro y confiable en el tiempo.
La competencia entre China y Estados Unidos por la superioridad tecnológica (A los que podemos sumar otros actores como la Unión Europea o Japón), las diversas crisis que han perturbado a las cadenas de suministros, elevando los costos logísticos, y la creciente volatilidad de los mercados globales son ejemplos de cómo esta coyuntura impacta sobre este mercado. La entropía como una constante del sistema internacional no solo en lo político, sino también en lo económico.
Con este panorama, en el último tiempo e han desarrollado algunas tendencias alrededor de estos materiales que es posible que continúen, e incluso se profundicen, durante todo 2024. Aquellos actores que importan la mayor parte de los materiales críticos que consumen han comenzado un doble proceso. Por un lado, asegurarse una provisión segura y confiable de estos materiales, en general, con otros países aliados. Por el otro, explorar las posibilidades de relocalizar el proceso productivo de estos materiales hacia dentro de las propias fronteras, es decir, ser lo mas autosuficientes posibles. Nuevamente, la palabra clave es el De-Risking.
El objetivo, igual que en otros sectores de la economía global, como el energético, es no ser dependientes de un tercer actor que pueda utilizar su posición privilegiada para explotar las vulnerabilidades ajenas. En el caso de Estados Unidos, la Mineral Security Partnership es la herramienta a través de la cual el gigante norteamericano busca construir esa cadena de suministros segura y confiable. En el caso de la Unión Europea (UE), la Ley de Materiales Críticos ha generado un marco de referencia que identifique aquellos elementos críticos para el desarrollo tecnológico de la UE así como ciertos objetivos de explotación, refinamiento y reciclado de estos materiales.
En ambos casos, la dependencia tiene un nombre en común: China. El gigante asiático, aunque no posee una posición monopólica sobre todos los recursos que se definen como materiales críticos, posee una ventaja casi absoluta en cuanto al refinado de estos materiales y su producción en subcomponentes, como lo son las baterías de litio, claves para toda la industria automovilística y de la transición energética.
Tanto para Estados Unidos como para la Unión Europea, romper esta dependencia no es una necesidad, es una obligación. En este contexto, el riesgo es que la dependencia sea tan grande que sea muy difícil y, sobre todo, muy costosa, de romper.
Volviendo sobre China, su estrategia ha sido la de conservar esa posición monopólica en lo que hace al refinado y producción, además de mantener contratos a largo plazo de explotación de estos recursos en aquellos países que los poseen. A esto le ha sumado, en el último año, la utilización de su ventaja en las reservas de ciertos materiales, como el germanio y el galio, para restringir sus exportaciones a países como los Estados Unidos.
En cuanto a los países que poseen las mayores reservas de estos materiales y que, en general, son países en desarrollo, su estrategia ha sido simple: sacarles el mayor provecho que les signifiquen un doble dividendo; es decir, tanto en divisas para su desarrollo como en influencia para ganar márgenes de maniobra frente a las grandes potencias. Aun así, comienza a avizorarse en el horizonte medidas mas restrictivas de estos países para la exportación de estos recursos.
¿Estamos a las puertas de la weaponizacion total de este sector? ¿Qué esperar para este año?
Como anticipamos, que las tendencias se mantengan. Los riesgos sobre este sector serán los mismos y sus consecuencias, de principio, son conocidas. Esto puede dar cierto margen para desarrollar nuevas políticas que hagan de las cadenas de suministros de estos materiales más resilientes a estos shocks globales. Aun así, no hay indicios que hagan inferir que los países van retrotraer aquellas medidas que controlan y restringen su exportación o a la conformación de cadenas de producción que sean autosuficientes, sean del propio país o con países aliados.
En el caso de Estados Unidos, el gigante americano buscará profundizar las iniciativas mencionadas y cerrar nuevos acuerdos que les permita construir una cadena de valor con países aliados, romper cualquier posibilidad de depender de China y competir.
La UE va a ser un actor para prestar atención este año ya que se encuentra en el medio de una disputa con China sobre el precio de los autos eléctricos que afecta no solo a esta industria sino a la de las baterías de litio. El resultado de esa disputa determinara la capacidad de la Unión Europea de hacer cumplir su estrategia de de-risking, así como la capacidad de China de utilizar sus ventajas de mercado para condicionar a otros actores frente a un Occidente que buscar cerrarle todos los caminos para su desarrollo tecnológico.
Por último, pero no menos relevante, los países en desarrollo que poseen grandes reservas de estos materiales buscarán seguir maniobrando entre la búsqueda de ganancias, de presiones externas y de intentos por conseguir ciertos márgenes de autonomía.
Como en otras áreas de la política internacional, los materiales críticos se han transformado en un riesgo para quienes los necesitan y en una oportunidad para quienes los poseen.