Según Korea Times, Samsung, LG, SK están preocupadas por sus inversiones en Estados Unidos. Esta preocupación se debe principalmente a dos factores, a saber, el aumento de los costos de las plantas productoras de baterías y chips por un lado, y la creciente incertidumbre sobre el régimen de incentivos vigente ante las próximas elecciones presidenciales del país por el otro.
De acuerdo con los analistas, las fábricas que actualmente se están montando muestran cargas financieras superiores a las previstas en sus respectivos proyectos, como es el caso de Samsung Electronics. La empresa coreana invirtió 17 mil millones de dólares para la construcción de una fábrica de chips en Texas, pero se espera que la carga financiera sea de hasta unos 8 mil millones de dólares más de lo previsto, debido al aumento de los costos materiales y de mano de obra.
De esta manera, los costos de producción manifiestan un fuerte crecimiento. De hecho, según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, el aumento en los costos de producción acumula aproximadamente un 30% en los últimos tres años.
Pero los problemas no se terminan ahí. Al problema de la suba de los costos, hay que agregarle el creciente riesgo político producto de las próximas elecciones presidenciales en el país. Las mismas podrían afectar a los régimen de inversiones tecnológicas vigente creado a partir de la Ley de Chips y Ciencia, la cual destina fondos federales para la radicación de inversiones en el sector, con el objetivo de fortalecer la seguridad de la cadena de suministros y disminuir la dependencia tecnológica de otros países.
Si bien estas medidas estructurales fueron aprobadas en el congreso y apoyadas por buena parte del Partido Republicano, en caso de una eventual victoria de Donald Trump, los analistas esperan que retome medidas “ultraproteccionistas” que eventualmente podrían eliminar o reducir drásticamente los subsidios para las empresas extranjeras.
Bajo este escenario, otras empresas extranjeras decidieron abandonar planes de producción. Por ejemplo, LG Energy Solution desistió en la construcción de su cuarta instalación de fabricación de baterías en conjunto con General Motors. Al mismo tiempo, la tecnológica taiwanesa TSMC, también retrasó sus operaciones de su primera planta hasta 2025, y su segunda para el ciclo 2027-2028.
Por otra parte, es importante destacar que en el caso de las empresas productoras de baterías, se le suma el problema de la desaceleración en la industria de los Vehículos Eléctricos (EV por sus siglas en inglés). En este sentido, SK On asociada con Ford Motor, también retrasaron sus operaciones en la segunda planta de Kentucky.
Por estos motivos, los analistas plantean que el gobierno estadounidense debería trabajar para reducir las incertidumbres con respecto a los regímenes de incentivos para los fabricantes tecnológicos, en sectores tán sensibles como las baterías y los chips.
Sin lugar a dudas, estos elementos son protagonistas esenciales de la geopolítica del presente y del futuro. Sin embargo, como planteó Kim Moon-tae, el jefe de una división de política industrial en la Cámara de Comercio e Industria de Corea del Sur para Korea Times, “los riesgos derivados del aumento de los costos de construcción son inevitables, ya que este es un fenómeno global”.
En conclusión, es importante que Estados Unidos sostenga el régimen de inversiones si busca potenciar la industria de semiconductores en el país, ya que sin esos subsidios, los aumentos en los costos disminuyen los incentivos para la radicación de inversiones en este tipo de proyectos.