En el mes de junio, Noruega dio a conocer sus intenciones en el fondo marino del Ártico. Es allí donde el país nórdico propone llevar a cabo un excavación minera para hacer provecho de la riqueza del fondo del océano. Sin embargo, realizar este proyecto en el archipiélago Svalbard resulta un detonante de conflicto, tanto nacional como internacional.
Svalbard es un archipiélago ubicado en el Océano Ártico a 800 kilómetros al norte de Noruega continental y a mitad de camino entre el extremo septentrional noruego y el Polo Norte. Además, lo circundan, por el oeste, Groenlandia, territorio danés, y, por el este, la Tierra de Francisco José, perteneciente a Rusia. A pesar de una primera impresión de territorio inhóspito, cuenta con una riqueza subyacente y una localización geopolítica crucial.
La zona podría convertirse en una puerta de entrada de una de las rutas más importantes del comercio internacional, a lo cual habría que sumarle su abundancia en recursos de hidrocarburos, pues se estima que el Ártico alberga un 13% del petróleo mundial descubierto y un 30% del gas no descubierto. A su vez, debido a sus manantiales volcánicos de hasta 4.000 metros de profundidad que surgen de la corteza terrestre en las fallas entre las placas tectónicas del área, se avizora un contenido aproximado de 38 millones de toneladas de cobre, más de lo que se extrae a nivel mundial cada año. Por último, se han hallado metales y minerales que son importantes en tecnología de baterías, turbinas eólicas y teléfonos móviles.
Cabe destacar que todos estos recursos se concentran en lo que se llama la plataforma continental noruega. Por ende, realizando una lectura de la situación desde el Derecho Internacional, esta riqueza podría ser libremente explotada por el país nórdico, puesto que los recursos almacenados en el subsuelo de la plataforma continental pertenecen al país al que están adheridos.
No obstante, la soberanía de Svalbard no es tan lineal debido a que, por sus orígenes, la potestad de Noruega sobre el archipiélago tiene límites y condiciones. Hasta fines de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), ningún país lo había reclamado y era considerado “tierra de nadie”, puesto que era considerado territorio común internacional. No obstante, las negociaciones de paz de Versalles le adjudicaron, en 1925, la soberanía noruega, con su debida administración y estatus legal.
Empero, la paz de Versalles firmado le imponía condiciones. El gobierno noruego reconoció expresamente que todos los países pueden explotar libremente los recursos del archipiélago y que Noruega no puede hacer nada para impedirlo. Es decir, tiene prohibido “prohibir”.
Sin embargo, el problema es que dicho tratado no realiza mención alguna sobre la plataforma continental ni sobre el subsuelo marino. A fin de cuentas, hay que recordar que cuando se firmó este papel en 1925, no había interés alguno sobre la explotación del petróleo del fondo del mar, debido a su desconocimiento del mismo.
Esto implica que, si se realiza una interpretación literal del tratado, el petróleo y minerales de las Svalvard, al encontrarse en la plataforma continental, corresponden a Noruega. No obstante, si se analiza el tratado según la intención de las partes al ratificarlo, se podría disponer que la plataforma continental debería ajustarse a las restricciones del tratado y que cualquier país debería ser capaz de explotarla. Es por ello que Rusia considera que Noruega ha violado el tratado al haber concedido ya tres licencias de explotación petrolera en el Mar de Barents.
Por otra parte, otro problema es que Noruega ha afirmado internacionalmente que es un protector de sus océanos y una fuente sostenible para la industria pesquera. Es por ello que Kaja Loenne Fjaertoft, bióloga marina de la rama noruega del grupo de campaña WWF, dispone que “el gobierno está hablando en dos lenguas” al defender, por un lado, la conservación marina, mientras, por el otro, “arrasa con excavadoras” con sus planes mineros. Dicho de otra manera, los científicos están de acuerdo y explican que el potencial de la minería puede causar daños irreversibles a los océanos y, a su vez, al mercado pesquero. Pues, su contaminación alteraría esta zona de abundancia en peces y plancton, alimentos para muchas especies de peces, mamíferos y humanos.
Por tanto, Sverre Johansen, secretario general de la Asociación de Pescadores de Noruega, dijo que la industria pesquera de este país “no estaba nada impresionada” con la propuesta. Es más, la agencia ambiental de Noruega se ha opuesto firmemente al plan. Tal es así que ha enfatizado que el proyecto viola el marco legal de Noruega para la exploración de los fondos marinos al no proporcionar suficientes datos de sustentabilidad.
La afirmación de que Noruega es protectora de las aguas oceánicas choca con la descripción efectuada por Egil Tjaland, secretario general del Foro Noruego de Minerales Marinos, que señaló que las aguas profundas eran una “especialidad” para Noruega debido a su sólida base de petróleo y gas en alta mar y la consecuente celebración del grupo en un taller en Berlín para discutir las asociaciones entre la industria noruega y alemana en la minería de aguas profundas.
“Si alguien llega allí primero, deberíamos ser nosotros”, dijo Walter Sognnes, director ejecutivo de Loke Marine Minerals, que planea explotar los metales presentes en las costas de Noruega y recientemente asumió dos contratos de exploración patrocinados por el Reino Unido en el Pacífico. “Somos una gran nación pesquera, vivimos junto al mar, el océano es nuestro mayor recurso (…) No estaríamos reinventando la rueda”.
Noruega está determinada a hacer utilización de estos recursos de la plataforma del archipiélago. No obstante, si quiere evitar conflictos nacionales y sanciones internacionales deberá encontrar una solución sustentable, que garantice el equilibrio ambiental y el delicado entramado de intereses económicos y políticos de la zona.