China anunció recientemente que incrementará su gasto militar en un 7,2% en 2023, un notable aumento del 4,2% del 2022. Durante los últimos 28 años, Beijing ha aumentado consistentemente su presupuesto de Defensa. En 2022 se ubicó en el segundo lugar en el mundo con una suma total de 292 mil millones de dólares. Hoy, en consecuencia a una extensa trayectoria de inversiones, China tiene la Marina de guerra más grande del mundo en cantidad de buques.
La estrategia de aumentar de forma consistente el presupuesto militar hace tiempo revela las ambiciones de Beijing de ser un jugador de primer orden en el sistema internacional. El Ejército Popular de Liberación se encuentra en un proceso de modernización que incluye, hacia 2035, la reducción de 300.000 mil efectivos para centrarse en la modernización de sus fuerzas.
El plan contempla además una expansión de su sistema de armas nucleares, abandonando la histórica política de disuasión mínima para pasar a competir en cantidad de armas tanto con Estados Unidos como con Rusia. Según información de los Estados Unidos hoy en día la República Popular tiene unas 400 ojivas nucleares, número que se incrementaría a 1.500 en 2035.
Otro gran avance militar para China son las armas hipersónicas, misiles de largo alcance y velocidad. Según las recientes filtraciones de información clasificada de Estados Unidos, el modelo DF-17 chino podría llegar a tener 8.000 kilómetros de alcance poniendo en riesgo a Estados Unidos continental. Aún más grave es que estos misiles tendrían grandes chances de no ser interceptados por las defensas antiaéreas estadounidenses.
China posee hoy dos portaaviones en servicio y un tercero construido localmente está realizando sus pruebas de mar a la espera de entrar en servicio en 2024. Para 2035 se planea incorporar 2 portaaviones de propulsión nuclear, de esta forma China tendría un arma que solo los Estados Unidos y Francia poseen, un buque sin límites operativos.
Las consecuencias de estas acciones militares son claras y profundas en el tiempo. La construcción y creciente utilización de portaaviones sirve de dos maneras: por un lado, como un símbolo de estatus de gran potencia militar; por otro lado, sirve para intimidar a vecinos pequeños o medianos. En una guerra moderna es muy factible que buques grandes como portaaviones puedan ser destruidos por misiles lanzados a cientos o miles de kilómetros de distancia. Sin embargo, en tiempos de paz la capacidad para desplegar sobre éstos buques aviones de combate en zonas distantes a China continental es una capacidad de proyección de fuerza mayúscula.
Vecinos con los que Beijing tiene disputas territoriales, sobre todo en el Mar del sur de China como Vietnam, Indonesia, o Filipinas, ven de manera muy preocupante la creciente capacidad de despliegue de la Marina china. En un escenario en donde China tiene una base militar en el cuerno de África en Djibouti y empresas chinas son dueñas de puertos clave en el mundo, las posibilidades de uso dual y despliegue de esta capacidad no son despreciables.
Entre los más destacados se incluyen los puertos de Singapur, Hambantota en Sri Lanka, Adén en Yemen, Djibouti, Sokhana en el canal de Suez, Haifa en Israel, y el Pireo en Grecia. Este despliegue constituye una “cadena de perlas” que incluye por ejemplo el Océano Índico, el Mar Rojo y el Mediterraneo. Sin contar los puertos de Antwerp en Bruselas o Rotterdam en los Países Bajos. Dándole a China posibles puntos logísticos para proyectar sus capacidades militares.
Las armas más potentes como son los misiles hipersónicos, darían a China no solo la capacidad de impactar en Estados Unidos continental, sino también impediría su accionar en el Pacífico. Estos misiles le dan a Beijing la capacidad de sacar de combate o dañar portaaviones que Estados Unidos utiliza para proyectar su poder en el Indo-Pacífico, así como también en sus bases como Guam, Filipinas o Japón. Una situación así limita seriamente la capacidad estadounidense de defender Taiwán en caso de un ataque del continente.
China está convirtiendo a sus Fuerzas Armadas en un eje principal de su proyecto internacional. Por primera vez, no solo posee el poder económico con el que condicionar el accionar de países pequeños o medianos, si no que está adquiriendo el más potente: el garrote. Los Estados Unidos poseen una sólida red de aliados en el Asia-Pacifico que rodean a China: Vietnam, Corea del Sur, Japón, Filipinas, Singapur, Taiwán, Tailandia, Australia y Nueva Zelanda entre los más destacados, pero por primera vez debe hacer frente a desarrollos tecnológicos que ponen en tensión su dominio del Pacifico ininterrumpido desde 1945.
Nuevos portaaviones, armas nucleares modernas en cantidad y misiles hipersónicos son algunos de los desarrollos que Beijing está consolidando para darle sustento real a sus aspiraciones de gran potencia. Mientras tanto Estados Unidos trata de seguir el paso en innovación tecnológica y jaquear el ascenso de una China rica y armada para el siglo XXI.