El viernes pasado salió a la luz un proyecto de presupuesto ruso para el 2024. En el mismo, se esboza un nuevo aumento para defensa que, desde el 2,7% del producto interno bruto (PIB) en 2021, último presupuesto antes de iniciada la guerra, aumentará hasta el 6% del PIB planeado para el año que viene.
El monto alcanzaría un total de 10 mil millones de rublos, equivalente a 112.000 millones de dólares, superando al presupuesto destinado a las áreas de salud pública, educación y política social juntas. Una cantidad similar será asignada de forma secreta en artículos clasificados o no especificados por el Kremlin, duplicando la porción secreta del presupuesto de este año a medida que Rusia continúa tratando de evitar el escrutinio del resto del mundo sobre el impacto de la guerra en Ucrania.
La evolución del presupuesto ruso en tiempos de guerra muestra las cambiantes prioridades del gobierno en medio de los combates que están cobrando un alto costo financiero y que por ahora siguen sin un final a la vista. Se prevé que los desembolsos en defensa superen el gasto social el próximo año, incluso cuando el Kremlin se está preparando para las elecciones presidenciales en marzo en un momento en que la economía está bajo presión por sanciones internacionales sin precedentes.
De acuerdo con el documento presentado por el primer ministro ruso, Mikhail Mishustin, el gasto total del gobierno ruso se incrementará un 25%, alcanzado 383.000 millones de dólares, principalmente debido a los aumentos en defensa y política social. Los planes para el próximo año prevén un gasto equivalente a alrededor del 20,4% del PIB y un déficit presupuestario de alrededor de 10.000 millones de dólares, el cual será financiado con venta nacional de bonos.
«Un crecimiento tan importante será posible gracias a un mayor desarrollo de nuestra economía«, afirmó Mishustin; quien también agregó que, «como parte de esto, los ingresos no derivados del petróleo y del gas deberían ser el doble que los de los sectores no hidrocarburíferos«.
La economía de Rusia ha demostrado ser más resistente a las sanciones occidentales de lo que la mayoría de los observadores rusos y occidentales pronosticaron en un principio. Por ahora, el gigante euroasiático está lidiando con una inflación persistente, que con un 5,45% anual está por encima del objetivo del 4% del Banco Central ruso, además de tasas de interés de dos dígitos.
Es pertinente destacar que el boceto del presupuesto ruso se realiza teniendo en cuenta un precio por barril de petróleo de 60 dólares, lo cual está en sintonía con el precio máximo impuesto por el G7 y la Unión Europea a las exportaciones de petróleo ruso en diciembre pasado. Este tope, además del embargo total de Europa, que salvo algunas excepciones no compra petróleo ruso, prohíbe a las navieras europeas transportar el petróleo ruso a terceros países si se vende a un precio superior al fijado.
Sin embargo, en los últimos meses Rusia ha logrado sobrepasar este límite y, tras recortes de producción coordinados con Arabia Saudita, ha llevado el valor de mercado del barril de los Urales a 78 dólares, mientras el precio del Brent ha superado los 90 dólares. En julio, antes del recorte de producción de 300.000 barriles por día, el ingreso mensual en concepto de exportaciones de petróleo fue de 15.300 millones de dólares.
En agosto, los envíos de petróleo ruso de los Urales a la India representaron alrededor del 74% de los exportaciones petroleras totales, mientras que Turquía y China representaron el 12% y 7%, respectivamente. India se ha beneficiado enormemente por las sanciones occidentales a Rusia, y desde que inició la guerra y se suspendió la provisión de energía rusa a Europa, se ha colocado como intermediario por donde sale el barato petróleo ruso para luego ser distribuido por el resto del mundo.