Es de público conocimiento cómo el gobierno norteamericano actúa para proteger sus intereses de seguridad nacional. Ante la aparición de un conflicto que pueda afectar la balanza geopolítica, tendremos a lo menos un enviado estadounidense observando la situación y manifestando los intereses de su país en la región en conflicto.
En el caso de la guerra en Ucrania, fueron más de 45 mil millones de dólares los enviados en apoyo militar por parte de Estados Unidos hacia el país de Europa del Este. En el caso de Israel, estamos ante la presencia de una relación de larga data que trasciende el conflicto actual, con una de las alianzas más estrechas entre dos naciones durante la modernidad.
Entonces, observamos dos escenarios de conflicto bélico en los que Estados Unidos debe participar si quiere mantener su nivel de trascendencia geopolítica. A priori, 2.131 kilómetros parecen una gran distancia, pero para el gobierno norteamericano quizás no sea así.
¿Qué se juega en cada uno de los escenarios?
En Ucrania, Estados Unidos se encuentra ante la difícil situación de que no existe un peso comparable a las aspiraciones rusas en el territorio europeo. Por ello, el apoyo estadounidense resulta clave para mantener un equilibrio entre Europa y Rusia.
Tras más de un año de guerra, los avances ucranianos fueron mínimos en comparación a las costosas victorias de Rusia. Sumado a esto, el apoyo internacional parece entrar en una meseta en la que Ucrania. Asimismo, el gobierno norteamericano tienen mucho que perder, dado que no solo que Ucrania representa un bastión de contención a Rusia en Eurasia, sino que también podría generarse un aumento significativo de los precios de los commodities y energía.
Del otro lado, en Israel, Arabia y el Golfo Pérsico, Estados Unidos tiene también mucho en juego. Por un lado, en Israel encuentra una base sólida sobre la cual apoyarse a la hora de ingresar a la región. Gran parte de su diplomacia está anidada a este punto nodal. Por otro lado, el gigante norteamericano tiene estrechas relaciones con los diferentes reinos árabes, basadas principalmente en el mercado internacional.
¿Qué sucedió?
Después de la Operación Inundación de Al-Aqsa llevada a cabo por el grupo Hamas sobre territorio israelí, el poderío norteamericano se vio ante una crisis que lo arrinconó. ¿Puede salir Estados Unidos de este rincón a los golpes? Sí, pero sus líderes saben que no sería un acierto.
Del lado ucraniano, Estados Unidos encuentra un mayor riesgo, pues puede perderlo todo, y no porque las fuerzas norteamericanas vayan a desprenderse de su apoyo. Lo que sucede es que, sin dudas, este nuevo foco de conflicto aporta una distorsión a un enfrentamiento estancado que poco a poco había formado un statu quo que aportaba previsibilidad a los estrategas. Rusia, tiene todo por ganar. Esos 2.131 kilómetros están más cerca que nunca.
Del lado de Israel, la urgencia aniquila lo importante. Arrinconado entre enemigos y países/grupos armados hostiles, Israel sólo puede defenderse. Asimismo, la región puede ser otra gran perdedora, ya que se verá envuelta en una belicosidad intensa, nuevamente. Solo podrán verse como victorias, para los actores islámicos fundamentalistas, la unión espontánea entre diferentes países árabes, un sueño latente para algunos.
No obstante, como buen 10 de la política internacional, sí no tiene espacio, Estados Unidos se lo crea. Hoy más que nunca, el gigante americano debe ser artífice de su destino, y cada paso que tome afectará de lleno al tablero internacional. ¿Oportunidad, o riesgo? Quizás, ambas.