El pasado lunes, la mirada internacional se posó en la Bolsa de Tokio debido a una caída histórica del índice Nikkei: es el principal índice bursátil de referencia para el mercado de aquel país. La caída más grande previo a la actual se remonta a 1987. Sus causas continúan siendo evaluadas y sus consecuencias subsisten al día de hoy.
Algunas de las posibles explicaciones giran en torno al ascenso del mismo índice durante los últimos meses, que al igual que la caída, comparte la característica de ser el punto cumbre de los últimos 34 años. Esto puede explicarse, en parte, por las bajas tasas de interés en Japón (la más baja de las grandes economías mundiales), que incentivan la expansión monetaria y, mediante el excedente de capital, es posible acceder a inversiones auspiciosas y al consumo de bienes y servicios.
Una de las inversiones más atrayentes para dicho excedente de capital (nacional e internacional), es denominado el carry trade de la moneda japonesa: el yen. La facilidad para generar ganancias implicaba tomar préstamos en una moneda con tasas bajas de retorno (interés) para invertir en otro país y bajo otra moneda, con tasas de retorno más elevadas.
Esto se quebró: la causa principal fue la suba de la tasa de interés, lo que generó un colapso de los incentivos para continuar realizando la maniobra, y por ende una caída exponencial de la cotización diaria del Nikkei. La sorpresa de la medida y la poca cobertura en activos de los inversores agravó el quiebre de dicho índice.
El carry trade además, generó que el yen se deprecie en relación al dólar, debido a que parte del mecanismo implicaba deshacerse de yenes para la compra en dólares, y su posterior inversión. El encarecimiento de la economía respecto de las monedas internacionales también produjo que se desincentive la exportación, y cueste más la importación. Esto explica que, durante la última semana y por primera vez, se tomó acción mediante la tasa de interés. Dicha medida generó nuevamente la demanda de yenes y, por ende, su apreciación a niveles de inicios de 2024.
Acontecimientos históricos
No es la primera vez en la historia que vemos problemas entre tasas de interés bajas, excedentes que se destinan a la inversión y una burbuja especulativa que se va agrandando y que, en determinado momento, cae.
En primer lugar, durante el crack del mercado de valores de Nueva York, en 1929. En aquel momento, la subida del mercado de valores parecía espectacular, eufórica y sin señales aparentes de preocupación. Implicaba una obsesión que no se explicaba tanto en el nivel de precios y el volumen de las transacciones, sino en el mecanismo precario de créditos que lo sustentaba: la rentabilidad de las inversiones había generado que empresas que no eran viables, adquieran financiamiento. El banco neoyorkino subió la tasa de interés en reiteradas oportunidades, buscando retraer el excedente destinado a la inversión, lo que también produjo una caída de la actividad y el consumo. Luego de alcanzar un máximo en el mercado, el índice empezó a caer en octubre de 1929, cuando ya no había más potenciales inversionistas disponibles: estaban todos adentro.
Todo esto, empeorado por la condición de que, en aquella época, los bancos de ahorro también brindaban servicios como bancos de inversión y, por ende, utilizaban los capitales unificados en ambas cuestiones. Luego de la crisis, se separaron.
Otro acontecimiento histórico, más reciente, fue la crisis de las hipotecas, durante fines de la década del 2000. Emilio Ocampo, en su análisis de dicho suceso, sostiene que la percepción entre los economistas era de una imposibilidad de que se repita una crisis de las magnitudes y causas como la de 1929. Ello trajo aparejado una confianza excesiva en las autoridades, lo que impidió prever y prevenir lo que luego ocurrió.
La crisis de las hipotecas se caracterizó por una burbuja inmobiliaria: la gente comenzaba a sacar hipotecas sostenida e incansablemente debido a que el valor de las propiedades aumentaba cada vez más, debido a la demanda incesante. Esto, por supuesto, alimentado de créditos visiblemente sencillos de obtener: incluso, se otorgaron a ciudadanos con un historial crediticio sumamente negativo: las Unidades Ponzi: no pueden cumplir con sus obligaciones.
Si la estructura crediticia de un banco está dominada por éstas unidades, eventualmente colapsa. Acompañado de una tasa de interés baja, y sin alteraciones por un tiempo prolongado, creó el clima ideal para que el sistema se viniera abajo.
No podemos afirmar que se traten de crisis similares a la japonesa, de igual tamaño ni tampoco caer en el reduccionismo de explicaciones simplistas y monocausales, pero ciertamente comparten elementos. Por un lado, la magnitud gigantesca de las primeras crisis provocó en buena medida, una severa recesión en el país que la contrajo, y que se expandió a las economías mundiales. Es innegable la relación entre el crack del 29’ y la Gran Depresión de la década de 1930, como así también el contagio que provocó la crisis de las hipotecas. Sin embargo, dicho contagio no alcanzó a países en vías de desarrollo debido a que las hipotecas son un crédito de largo plazo, y no existían características macroeconómicas que habiliten la viabilidad de las mismas en ellos.
Ahora bien, en el caso de Japón, el lunes 5 existió una caída del 12,5% que se vio acompañada en las bolsas más grandes del mundo, pero que luego se recuperó durante los tres días siguientes, casi alcanzando la baja del primer día. Esto se debió a que el Banco de Japón emitió, extraoficialmente, una señal de que no volvería a aumentar las tasas.
En Argentina, el impacto no fue tan evidente como en el resto de los países. La caída del 2% se corrigió en la rueda del día siguiente, con un ascenso del 2,6%, con bonos duplicando dicha cifra y con ADR (American Depositary Receipt) de empresas locales en Wall Street casi triplicándola en lo que fue una excelente jornada, lo que se vio acompañado por un riesgo país en retroceso.
Al igual que durante la crisis de las hipotecas y la crisis de 1929, los inversores probablemente acudan a activos más seguros de ahora en adelante, lo que va a requerir mayores esfuerzos de parte de nuestro país para dejar atrás el pasado de incertidumbre, y generar una “discriminación positiva” en tanto los mercados internacionales encuentren mayores beneficios en nuestro territorio. El RIGI podría ser un buen soporte de ello, y la salida del cepo se volverá indispensable en un contexto donde las presiones sobre la brecha sacudieron la semana, y la tendencia en la caída del precio de algunas commodities continúa firme durante 2024.
Por lo pronto, veremos en las próximas semanas si la semana compleja de los mercados internacionales (y de Japón, especialmente) se torna en una crisis, o si finalmente se recupera.