La reanudación de la guerra civil en Siria es un episodio más en la serie de acontecimientos desencadenados a partir de los ataques del 7 de octubre y la posterior escalada entre Hamás e Israel, iniciando un ciclo de agitación que se extendió por Medio Oriente afectando el equilibrio existente.
En este marco, en Siria, hace más de una década el régimen de Bashar Al Asad se enfrenta a distintos grupos armados, desde las milicias rebeldes que supieron contar con el apoyo de Estados Unidos, hasta los extremistas del Estado Islámico. El gobierno sirio, por su parte, cuenta con el respaldo de Rusia, Irán, y Hezbollah, lo que le ha permitido mantener el poder hasta el día de hoy.
Pero la semana pasada, una coalición de rebeldes encabezada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham inició la mayor ofensiva contra el régimen en años, abriendose paso a través de los pueblos y ciudades y provocando los primeros bombardeos rusos desde 2016, reactivando de esta manera una guerra civil que permanecía latente. Para el domingo, ya habían entrado en la segunda ciudad más importante, Aleppo, y tomado el control de numerosas zonas.
Mientras tanto, los aliados del régimen de Al Asad, hoy por hoy tienen otras prioridades a las que destinar sus mayores recursos militares. Si bien Rusia apoyó al gobierno sirio mediante bombardeos aéreos en Aleppo, sus esfuerzos están puestos, naturalmente, en la guerra en Ucrania. En tanto, la fuerza militar del régimen dependía mayormente de las milicias patrocinadas por Irán, como Hezbollah. Tanto Teherán como el grupo terrorista que opera en el Líbano sufrieron importantes pérdidas a manos de los ataques de Israel, por lo que su capacidad y voluntad para sostener a Al Asad ha disminuído considerablemente.
En este marco, los rebeldes aprovecharon el desgaste del apoyo brindado al régimen por sus aliados a raíz de los acontecimientos en Medio Oriente, y lanzaron una ofensiva que les permitió abrirse paso rápidamente hasta entrar en Aleppo, frente a un ejército mal equipado que opuso poca resistencia. Llegado el sábado, el gobernador y las fuerzas del régimen, habían huído de la ciudad.
Según los residentes de Aleppo, el control de la ciudad cambió de un día para el otro, con la llegada de rebeldes que se desplegaron por importantes zonas en motocicletas o camionetas, y quitaron la bandera nacional para sustituirla por una bandera de la oposición al régimen. Mientras las fuerzas del régimen se replegaban, rebeldes armados patrullaban las calles. «Estoy impactado por cómo huyeron y nos abandonaron» dijo un comerciante de un barrio de la ciudad a una agencia de noticias, refiriéndose al ejército sirio.
La coalición rebelde está formada por numerosos grupos irregulares respaldados por Turquía, y la organización islamista Hayat Tahrir al-Sham, que desde hace años controla algunas zonas del país, y en el pasado estuvo vinculada a Al Qaeda y al ISIS.