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Siria y Turquía Negocian un Pacto de Defensa ¿Alianza Estratégica o Dominación Encubierta?

El mandatario turco recibió al nuevo presidente de Siria tras la caída del régimen de Assad.

Publicado el 5 de febrero de 2025 por Lautaro Bermudez
Siria y Turquía Negocian un Pacto de Defensa ¿Alianza Estratégica o Dominación Encubierta?

Cuando el recién instalado presidente sirio, Ahmed al-Sharaa, se reúna con Recep Tayyip Erdogan en Ankara para discutir un pacto de defensa sin precedentes, no solo estará en juego el futuro de Siria, sino también el equilibrio de poder en Medio Oriente. Lo que hasta hace poco parecía impensable—un gobierno sirio respaldado por Turquía—ahora toma forma como una reconfiguración geopolítica profunda, en la que Ankara busca consolidar su presencia en Siria bajo el pretexto de estabilidad y cooperación militar.

El acuerdo que se negociará en los próximos días incluiría la creación de bases aéreas turcas en Siria, la integración de fuerzas sirias bajo entrenamiento turco y el acceso de la Fuerza Aérea turca al espacio aéreo sirio. Turquía se presenta como un socio clave en la reconstrucción del país tras la caída de Bashar al-Assad, pero el alcance real de este pacto plantea preguntas sobre la soberanía siria y la nueva distribución del poder en la región.

Turquía entra en el vacío dejado por Irán

Al Sharaa fue recibido por Erdogan en Turquía.

El colapso del régimen de Assad sigue transformando el mapa de influencias en Siria. Irán, que durante años fue el principal sostén del gobierno sirio, está viendo reducida su capacidad de influencia ante la rápida consolidación del nuevo liderazgo de Sharaa y la ofensiva que terminó con la caída del antiguo régimen en diciembre. La retirada parcial de Irán abrió un espacio que Turquía busca ocupar con rapidez.

Desde 2016, Ankara mantiene presencia militar en Siria a través de incursiones en el norte del país, justificadas como parte de su lucha contra las milicias kurdas. Sin embargo, con este nuevo pacto, Turquía no solo se garantizaría una posición permanente en Siria, sino que lo haría con la legitimidad de un acuerdo bilateral. En otras palabras, lo que hasta ahora había sido una ocupación de facto pasaría a tener un marco legal, permitiendo a Erdogan expandir su influencia en el país vecino sin los costos diplomáticos que implicaría una intervención unilateral.

Pero Turquía no es la única potencia con intereses en Siria. Rusia, que mantiene bases militares en Tartous y Latakia, muestra cautela ante la posible expansión de la influencia turca. Por su parte, Moscú inició sus propias negociaciones con el nuevo gobierno sirio para asegurar su presencia en el país y evitar que Ankara se convierta en el actor predominante en la esfera militar siria. El Kremlin ve en este pacto un riesgo potencial de pérdida de acceso estratégico, lo que podría derivar en una competencia silenciosa entre Ankara y Moscú dentro del territorio sirio.

El dilema de la soberanía siria

Manifestantes sirios con la imagen de Erdogan.

La disolución del antiguo ejército sirio y la necesidad de construir una nueva estructura de defensa ponen al gobierno de Sharaa en una posición de dependencia. La integración de fuerzas rebeldes bajo un mando centralizado es un proceso complejo que requiere asistencia externa, y Turquía se ofrece a liderar este esfuerzo. No obstante, esta oferta plantea preguntas fundamentales sobre la capacidad real de Siria para mantener una política de defensa independiente.

El entrenamiento de las nuevas fuerzas sirias por parte de Turquía implica, en la práctica, la alineación doctrinal y estratégica de estas unidades con los intereses de Ankara. ¿Hasta qué punto Siria podrá tomar decisiones autónomas en materia de seguridad si sus fuerzas armadas están estructuradas y financiadas en gran parte por Turquía? La historia ofrece múltiples ejemplos de naciones cuyo ejército fue influenciado por un actor extranjero, transformándose en una extensión de los intereses de su patrocinador.

Además, el establecimiento de bases aéreas turcas en el centro del país—en puntos estratégicos como Palmyra y la base T4 en Homs—sugiere que la presencia turca no será temporal. Erdogan ya declaró que la retirada de Turquía del territorio sirio solo ocurrirá “cuando las condiciones lo permitan”, un lenguaje que recuerda a otras intervenciones prolongadas en la región. Esta ambigüedad abre la puerta a un escenario en el que Siria se convierta en un estado satélite dentro de la esfera de influencia turca, con una autonomía limitada en materia de defensa y política exterior.

¿Hacia nuevas rivalidades en Medio Oriente?

Al Sharaa también fue recibido por el príncipe heredero de Arabia Saudita.

También es importante considerar que el posible desplazamiento de Irán en Siria no ocurrirá sin resistencia. Teherán invirtió enormes recursos en sostener el régimen de Assad y en construir redes de influencia dentro del país, desde milicias chiítas hasta infraestructura estratégica. Un acuerdo de defensa entre Damasco y Ankara podría ser percibido como una amenaza directa a los intereses iraníes, lo que aumentaría las posibilidades de una desestabilización inducida por Teherán.

Israel también observa estos movimientos con atención. La Fuerza Aérea israelí viene llevando a cabo ataques selectivos en Siria contra posiciones iraníes, pero un nuevo equilibrio de poder podría alterar su estrategia. Si Turquía asume la responsabilidad de la defensa aérea siria, la capacidad de Israel para llevar a cabo operaciones en el país se vería comprometida, obligando a Jerusalén a recalibrar su postura ante Damasco.

Por su parte, los países del Golfo, en particular Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, podrían ver la consolidación de Turquía en Siria como un desafío a su propia proyección regional. La relación de Ankara con Doha, sumada a sus ambiciones en el Levante, genera inquietud entre los líderes árabes, quienes vienen intentando en los últimos años contrarrestar la expansión de la influencia turca en el mundo sunita.

Una alianza con consecuencias inciertas

De esta forma, queda claro que el pacto de defensa que se discute entre Turquía y Siria es mucho más que un acuerdo militar. Representa una redefinición del balance de poder en Medio Oriente, con Ankara tomando el rol que Irán tuvo durante años en Damasco y con Rusia tratando de preservar su influencia. Aunque se presenta como un esfuerzo por estabilizar Siria, las implicaciones estratégicas sugieren que estamos ante una reconfiguración geopolítica de largo plazo, cuyo desenlace dependerá de cómo reaccionen otros actores clave de la región.

Si este acuerdo se concreta, marcaría el inicio de una Siria profundamente ligada a Turquía en términos de seguridad, algo que difícilmente podría revertirse en el corto plazo. Pero esta consolidación no ocurrirá sin resistencias. Irán, Rusia, Israel y los países del Golfo tienen intereses en juego, y cualquier movimiento en falso podría desencadenar nuevas tensiones en una región donde los equilibrios son precarios y los conflictos raramente se limitan a los actores directamente involucrados.

La pregunta que queda abierta es si este pacto convertirá a Siria en un socio estratégico de Turquía o en una nación bajo tutela turca. La respuesta dependerá no solo de las decisiones de Sharaa y Erdogan, sino de la reacción de los actores que observan este proceso con preocupación y que, en cualquier momento, podrían intervenir para evitar que Ankara se convierta en la nueva potencia dominante en el Levante.

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