Europa del Este
El conflicto entre Rusia y Ucrania, que lleva ya más de una década, cumplirá el próximo 24 de febrero tres años en su formato de guerra a gran escala. Desde la invasión del ejército ruso, el único cambio permanente ha sido la declarada anexión por parte de Rusia de los territorios de Donetsk y Luhansk en el Donbás, y su ocupación de porciones adicionales en los oblasts de Kherson y Zaporizhia. Por lo demás, las hostilidades se encuentran mayormente estancadas, con ocasionales escaramuzas de uno y del otro que no producen alteraciones relevantes en las posiciones de las tropas.
El rol de Washington y sus aliados de la OTAN en sostener militar y financieramente al ejército ucraniano ha sido de suma importancia, pero con la llegada de Trump a la Casa Blanca y sus promesas de lograr negociaciones de paz y dejar de escalar el conflicto, parecería ser que habrá novedades.
La puja geopolítica entre Rusia y Occidente también tiene un escenario en las democracias débiles de Europa del Este. Recientemente, las elecciones de dudosa legalidad en Georgia, y la decisión del nuevo gobierno resultante de ellas de posponer las negociaciones con la Unión Europea, han llevado al país a tener su propia “Revolución Maidan”.
Los ciudadanos que quieren que su país se aleje de la órbita de la Federación Rusa ocuparon las calles por semanas. Se les ha unido la Presidente, convertida en la última en ser elegida directamente por voto popular luego de la transición del país hacia un sistema parlamentario en su última reforma constitucional. Esta última ha denunciado fraude y cuenta con el apoyo de los países de la UE y Estados Unidos, pero pronto cesará su mandato aunque se niegue a dejarlo, y la figura del Primer Ministro —elegido por la nueva Asamblea— tomará más poder.
En los próximos meses podría definirse si el destino que le aguarda al país, que sufrió ya una invasión parcial de Rusia en 2008, se asemeja a lo ocurrido en Ucrania —confrontación y gradual escalada— o más bien a lo ocurrido en Bielorrusia —sumisión total a Moscú.
Una situación similar ocurrió en Moldavia, donde el gobierno de línea occidental de Maia Sandu logró reelegirse pero por un margen menor al esperado, en elecciones que también ha denunciado como intervenidas por Rusia con el fin de apoyar al candidato opositor. Su partido también fue victorioso en el referéndum que proponía incluir un artículo en la constitución declarando la intención del país de unirse a la Unión Europea.
Tomando en cuenta la proximidad de un gobierno separatista y pro-Rusia en la región de Transnistria, donde además solía ser la regla encontrar tropas rusas de manera regular previo a la guerra a gran escala en Ucrania, no es descartable una nueva operación militar especial de Putin para evitar que Europa y EEUU le “quiten” a Moldavia de sus garras.
También en Rumanía se han celebrado elecciones dudosas, que el gobierno ha decidido anular y repetir para marzo de 2025, alegando irregularidades. A los opositores les había ido misteriosamente mejor de lo esperado, y la sospecha es la misma que en los casos anteriores: interferencia de Rusia.
Otra cosa a tener en cuenta será el progreso de las negociaciones entre Armenia y Azerbaiyán luego de que Aliyev se quedara, en 2023, con el control del territorio de Nagorno-Karabaj y disolviera la República armenia de Artsaj, junto a la destrucción deliberada de todo el legado histórico y sociocultural de la población. Las influencias de Rusia y Turquía —unidos en los BRICS pero peleados en Siria, donde Erdogan actuó a espaldas de Putin— son importantes en la disputa ante la salida de EEUU de la región caucásica.
Una incógnita sería si Putin podría querer “mojar la oreja” a Erdogan y su aliado Aliyev en venganza por su apoyo a los rebeldes que derrocaron a Al Assad a fines de año, fortaleciendo a cambio a Pashinian en las negociaciones. Sería una buena noticia para Armenia, que se encuentra sin aliados ya que tanto los Estados Unidos como Rusia han fallado a la hora de proteger sus intereses. No obstante, es improbable encontrar demasiadas noticias en este asunto, ya que no parece ser la prioridad de Putin en absoluto, ocupado por varios otros temas.
En Bielorrusia, se celebrarán nuevas elecciones el año que viene, donde sería muy improbable que el dictador que ocupa el poder ejecutivo hace décadas deje de hacerlo, aunque estuvo cerca de irse en 2020. A Putin no le conviene otro conflicto allí, pero si los aliados del mundo libre se proponen seriamente fortalecer todo lo que puedan a la oposición exiliada, podrían causar estragos para el régimen, que vería su legitimidad nuevamente cuestionada y, quizás, su cómoda posición, amenazada.
¿Cómo reacciona Europa Occidental ante todo esto? En Alemania, Francia, España, y Portugal, con inestabilidad política. Además, hay varias crisis fiscales a la vista y una imperante necesidad de aumentar el gasto en defensa ahora que Trump llegará a la Casa Blanca dispuesto a exigir que cada país de la OTAN pague sus cuentas.
Los países de Europa se encuentran divididos, a nivel doméstico, por la problemática de la inmigración y la agenda medioambiental. La UE parece entrar en contradicciones al afirmar su compromiso con la agenda verde a la vez que intenta firmar el acuerdo con el MERCOSUR, el cual permitirá el ingreso a Europa de productos agropecuarios que no cumplen con sus estándares medioambientales y cualitativos.
Asimismo, el bloque busca desregular para volverse más competitivo tras los resultados del informe de Mario Draghi, pero es innegable que es precisamente la agenda medioambiental la que explica gran parte del laberinto regulatorio europeo.
Además, pese a la retórica política contra los extranjeros, la competitividad de Europa está inevitablemente ligada a la inmigración desde el momento en que cuenta con poblaciones envejecidas y unos Estados de bienestar con objetivos ambiciosos que no se pagan sólos. En un mundo cada vez más lleno de conflictos cercanos a casa, los países europeos deberán elegir qué es lo que desean priorizar.
Medio Oriente
La más reciente novedad fue la reanudación y el rápido fin del conflicto en Siria luego de casi 15 años: una guerra tribal entre el gobierno tiránico de Al Assad, fuerzas kurdas apoyadas por Occidente —pero enfrentadas con Erdogan— , terroristas de todo tipo, musulmanes chiitas y suníes que se odian mutuamente, en una puja geopolítica en la que distintos actores más poderosos intentan debilitarse entre sí.
Con la reciente toma parcial del control por parte de las fuerzas de los rebeldes llamados Hayat Tahrir Al-Sham, no es descartable que pueda comenzar una segunda fase más siniestra del conflicto en Siria, donde el vacío de poder y las limpiezas étnico-religiosas, la imposición de la sharia, y una experiencia de “Afganistán 2.0” traigan más ruina a la población. No obstante, el líder de los rebeldes musulmanes —que ocupa la lista de los terroristas más buscados por el Pentágono— se ha mostrado más moderado desde su reaparición hace unos meses, y con ello ha puesto paños fríos a las preocupaciones sobre lo que su pasado en Al-Nusra —ex sede de Al Qaeda en Siria— parecía implicar para el nuevo orden en Siria.
Los rebeldes, fuertemente apoyados por Turquía durante su avanzada, ya han conformado un nuevo gobierno de transición para los territorios que yacen en su dominio, y queda por verse qué será del lastimado país durante 2025 —así como el grado de influencia que Erdogan logrará infundir sobre él.
Por otra parte, Israel sigue peleando contra todos: bombardea Gaza diariamente, atestó serios golpes al comando de Hezbolá en el sur del Líbano, intercambia misiles con Irán y sus proxies, como los hutíes de Yemen —que siguen poniendo en riesgo el comercio en el Mar Rojo— , y mantiene involucrados a los Estados Unidos en la región denunciando que Irán está aumentando el refinamiento de uranio a niveles récord. Encontrándose en una situación tan desesperada económica y políticamente, la construcción de la bomba se vuelve, para el régimen islámico, la única esperanza de defensa frente a sus rivales. Su debilidad es la única razón por la que Hamas, Hezbolá y los Hutíes no logran recrudecer aún más los conflictos en Gaza, el Líbano y Yemen, respectivamente, en medio de tanta volatilidad regional.
En Asia, las constantes disputas entre China y Filipinas sobre la soberanía en el Mar del Sur de China, la posible escalada alrededor del estrecho de Taiwán que año tras año preocupa a los analistas, la inestabilidad en el sistema político surcoreano luego de la fallida instauración de la ley marcial, la guerra civil en Myanmar, la inestabilidad en otros regímenes asiáticos como Sri Lanka y Bangladesh, y la profundización de la autocratización y el nacionalismo hindú en India, son pequeños elementos que al sumarse revelan un continente caótico que China no es capaz de ordenar como aspirante a hegemón regional.
América
El continente americano no se encuentra exento de problemas tampoco. Una temática de seguridad nacional que preocupa a los Estados desde el norte hacia el sur es el narcotráfico. En el caso de EEUU, las muertes causadas por sobredosis de fentanilo y otros opioides han superado cifras elevadas y fuerzan la cooperación con China más que en cualquier otra temática. En América del Sur, al comercio de estas sustancias se le suma el flujo de armas y la trata de personas a través de las laxas fronteras.
En tanto, Rusia e Irán parecen estar demasiado ocupados con sus propias cuestiones como para proteger a sus aliados de América Latina: la paliza a Hezbollah en el Líbano y el hecho de que Moscú no haya intervenido a favor de Bashar Al Assad teniendo bases militares en Siria que podrían caer en manos de islamistas suníes rivales de Putin, parecerían reforzar esa creencia. ¿Habrá presión de Trump y Rubio a Maduro, Ortega y Díaz Canel a medida que estos pierden sus apoyos en las autocracias de Oriente? ¿Saldrá China a auxiliarlos? Parece poco probable, dados los funcionarios de política exterior que Trump ha elegido, y la baja popularidad de los tres regímenes.
La polarización y alternancia entre izquierdas y derechas continúa contribuyendo a la inestabilidad política y, en muchos casos, jurídica. Además, el 2025 verá al MERCOSUR presidido por la Argentina de Milei, conocido por sus fuertes cuestionamientos al proteccionismo del bloque y su poca voluntad de cambio. Junto a los rumores de un tratado de libre comercio con EEUU logrado a espaldas del bloque, este año podría ser uno bisagra si no se concreta el tratado con la UE al menos en forma general.
África
Finalmente, serias crisis humanitarias y conflictos bélicos en países como Sudán del Sur, Etiopía, República Centroafricana, o Mali continúan azotando a las empobrecidas poblaciones africanas, donde Rusia —vía Grupo Wagner— y China —vía financiamiento infraestructural— penetran fácilmente y encuentran apoyo local. No obstante, la potencia asiática se está replegando del continente al igual que los países europeos, y no parece que la resolución de estos conflictos vaya a ser una prioridad en las agendas de los grandes poderes.
Un horizonte geopolítico incierto
Las lógicas geopolíticas de Europa Oriental, Medio Oriente, América, el Sudeste Asiático e incluso África responden a un escenario internacional convulsionado por las disputas de poder. Según cómo evolucionen en los próximos tiempos, —aunque también existe la alternativa de “manejo” del conflicto, que generalmente implica posponer su solución— el mundo podría dirigirse hacia una etapa de distensión o colisión.