No es la primera vez que el país sufre ataques de estas características. Ya han acontecido eventos similares, atribuidos a grupos asociados a la organización terrorista Al Qaeda, así como la masacre en la localidad de Mansila el 11 de junio de este año, o los asesinatos en septiembre de 2023, donde aproximadamente 50 personas murieron producto de estos ataques en la comunidad de Koumbri, al norte de Burkina Faso.
El ataque más reciente sucedió el pasado 25 de agosto, mientras que los locales estaban ayudando forzosamente a las fuerzas de seguridad a cavar trincheras para proteger las aldeas. Al-Qaeda se atribuyó la responsabilidad del ataque del domingo y afirmó en un comunicado que había obtenido “el control total de una posición de la milicia” en Barsalogho, una ciudad estratégica que las fuerzas de seguridad han utilizado para luchar contra los yihadistas que han intentado acercarse a la capital.
Los crecientes ataques yihadistas preocupan al gobierno de Burkina Faso, ya que se les hace difícil contenerlos debido a que no ejerce control sobre la mitad de su territorio. Además, estos suceden cada vez más cerca de la capital del país, Uagadugú. El ministro de seguridad, Mahamadou Sana expresó que el gobierno “no va a aceptar tal nivel de barbarie en su territorio.”
Se estima que los grupos yihadistas vinculados a Al Qaeda y al grupo Estado Islámico han matado a miles y desplazado a más de 2 millones de personas. Como si esto fuera poco, hay otros grupos armados no estatales que disputan el poder y generan más desequilibrio en el país, que sufrió dos golpes de Estado en 2022. Se estima que incluyendo los ataques de otros grupos armados, al menos 4.500 personas han muerto este año, según la organización americana Armed Conflict Location y Event Data Project.
Tal es la gravedad de la situación que el líder de la junta de Burkina Faso, Ibrahim Traore pidió a los civiles que ayuden a las fuerzas de seguridad a combatir a los grupos yihadistas, dejando en evidencia la escasa capacidad del gobierno para proteger a sus ciudadanos.
Burkina Faso no es el único país de África que sufre ataques de esta índole. De hecho, se ha vuelto una problemática creciente en la región del Sahel, empeorando en los últimos años. Estos grupos terroristas aprovechan la inestabilidad política y social de la región, así como su crítica situación económica para llenar el vacío de poder que se presenta.