La autoproclamación de Maduro como presidente reelecto, sin la acreditación legal de su victoria y en contraste con las actas electorales que Corina Machado afirma tener, ha desatado una grave inestabilidad institucional en Venezuela. Esta situación ha provocado violencia en todo el país, con numerosos heridos, detenidos, secuestrados y muertos, aunque aún no se dispone de cifras exactas.
Un aspecto que ha pasado desapercibido, pero que merece atención, es la aparición de grupos armados que han salido a proteger a sus comunidades de la represión de los militares y la policía bolivariana.
¿Quiénes son estos grupos?
Poco se ha discutido sobre las pandillas que han ido en aumento en Venezuela. Estos grupos criminales dominan barrios y expulsan a las fuerzas de seguridad, colocando a los ciudadanos venezolanos en una situación desesperada, aunque están en contra del gobierno actual, se encuentran sometidos a los criminales que controlan sus vidas.
La gran incógnita es el futuro de estas pandillas en el caso de que un nuevo gobierno, liderado por González Urrutia, asuma el poder. ¿Qué influencia política tendría González Urrutia si llegara a la presidencia? ¿Cómo podría evitar el colapso económico, social y la pobreza que afecta al país? ¿Podría controlar la expansión de estos grupos armados para frenar su avance?
Sin embargo, las posibles consecuencias de una reelección de Maduro, no sería menos preocupante y traería aparejada una nueva crisis social que podría llegar a afectar a toda la región. Una nueva oleada migratoria masiva de venezolanos, un éxodo que se repetiría otra vez, y con ello se profundizaría más aun la grave situación económica, política y social que vive el país caribeño de la mano del chavismo.
Ambas situaciones podrían traer aparejado el crecimiento y expansión de estas bandas criminales.
El Tren de Aragua
Este grupo, originario de la prisión de Tocorón, al norte del país y cerca de Caracas, se involucra en actividades como extorsión, trata de personas, prostitución, secuestros y tráfico de drogas no solo a nivel nacional sino también internacional.
Actualmente, dejo de ser un problema solo de Venezuela, para pasar a ser de países como EEUU, Colombia, Perú, Brasil, Ecuador, Chile, Bolivia y en un futuro posible Argentina podría ser parte de este flagelo.
Creada a fines del 2010, esta pandilla se extendió rápidamente aprovechándose de la situación endeble y precaria de las migraciones de venezolanos que escapaban de su país, diferentes células se fueron infiltrando en toda la región.
Uno de los primeros países en sufrir su accionar fue Colombia, con quien Venezuela comparte fronteras y que ha visto en aumento sus niveles de violencia de forma significativa. Pandillas que antes dominaban Medellín o Bogotá fueron eliminadas en guerras intestinas por parte del Tren de Aragua adueñándose de sus territorios. Sin embargo, algunos grupos menores prefirieron unirse y someterse a esta organización para evitar ser sistemáticamente eliminados.
Dejan su marca de violencia no solo contra otros grupos de delincuentes sino contra el común de la población, lo que lleva a alertar a países como Chile donde se registraron crimines violentos y cuyos modos operandi fueron similares a los ejecutados en los países caribeños: abusos, descuartizamiento y asesinato, lo que ellos llaman -hacer picadillos- todos metódicamente registrados y filmados y que eran utilizados para extorsionar a los familiares de las víctimas.
A raíz de este peligro latente, las fronteras de Argentina son un blanco fácil para que estos grupos encubiertos como inmigrantes se infiltren y se establezcan en diferentes puntos estratégicos para desarrollar sus negocios ilegales.
¿Argentina está preparada para enfrentarse a estos tipos de violencia?
No podemos negar que en Argentina la trata de persona es una realidad, pero que lamentablemente nunca se tuvo en consideración un plan efectivo para su lucha. Detrás del tráfico de personas, generalmente se encuentra el tráfico de drogas y con ello crímenes violentos y secuestros. Es importante detenernos a pensar que las fronteras argentinas hoy por hoy son la parte más vulnerable de un país que recién se está rearmando en lo social, político, económico y en la defensa nacional. Tenemos un problema latente y es lo que está pasando en otros países, no son solo problemas locales, sino internacionales.
Generar estrategias de colaboración conjunta entre las fuerzas policiales de la región con el fin minimizar el accionar de estos grupos que se desarrollan a gran velocidad junto con las crisis económicas de cada país y donde el flujo migratorio es constante y variado, es parte de la tarea importante. Nuestro país deberá fortalecer sus fronteras para enfrentarse a estas amenazas. El desafío es grande, pero nos obliga a responder de una manera rápida y contundente siempre que el gobierno tome posturas de fortalecimiento respecto de la seguridad nacional, la actualización de sistemas tecnológicos efectivos y potentes y personal capacitado para responder a estas exigencias.